Tras perder el invicto, el equipo de Barros Schelotto cayó ante los rosarinos, que festejaron por un gol de Marco Ruben a los 4 minutos; fue expulsado Paolo Goltz en el primer tiempo
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ROSARIO.- Boca se convirtió en un equipo previsible, al que los rivales parecen haberle encontrado la fórmula. El mensaje que el equipo de la Ribera recibió en su derrota ante Central en Rosario es claro: los mellizos deben trabajar en un plan alternativo, que pueda poner en práctica cuando el plan A es neutralizado. No sólo pensando en retener el título, sino también poniendo la mente en la Copa Libertadores 2018.
En las primeras ocho fechas, el Boca de Guillermo Barros Schelotto supo transmitir una clara tranquilidad para afrontar los partidos. La vuelta olímpica le sacó al equipo una gran mochila de encima y eso se evidenció en el campo.
Sin embargo, existía la posibilidad de que aquello se terminara un día, y que el camino al bicampeonato no fuese un monólogo como muchos aventuraron. Después del título y de ganar ocho partidos seguidos, los rivales lo respetaron, pero también comenzaron a buscar la receta para romper esa hegemonía.
No es casualidad que después de una gran racha lleguen estas dos derrotas en fila. Las primeras por torneos locales en la era Barros Schelotto (las únicas seguidas hasta ayer fueron aquellas frente a Independiente del Valle, por las semifinales de la Copa Libertadores 2016) .
Tampoco lo es perder dos veces frente al canalla en dos meses (la anterior en septiembre, por la Copa Argentina). Los rivales comprendieron cómo jugarle. Reunieron piezas y Boca sufre aquella radiografía.
Como primera medida, las lesiones que el plantel afronta (Leonardo Jara, Fernando Gago, Darío Benedetto y, ayer, Walter Bou) empiezan a quedar pequeñas en comparación con el dilema que generan estos malos resultados y el deslucimiento dentro de la cancha. Da la sensación de que, pese a ser equipos y nombres distintos, muchos fueron por el camino de River y aquella manera de complicarle la vida en la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015: con pierna fuerte, presión intensa y cortando los circuitos de juego. Eso incomoda a Boca.
“Este rostro se ve del campeón cuando le juegan con el cuchillo entre los dientes. Los rivales ya no son espectadores del toqueteo bonito que Guillermo inculcó. Ahora, todos aprietan y lo complican. “
Quedó en evidencia en Rosario ese nerviosismo. Volvió la cara de tensión constante de Gustavo, reclamando cada jugada y peleándose con el cuarto árbitro. A Paolo Goltz, de mal partido ante Racing, otra vez se lo vio lejos de su mejor versión, fastidioso por lo mucho que lo complicó Marco Ruben. Así, el zaguero se fue expulsado. Ni que hablar de Pablo Pérez: hizo todos los méritos para ser amonestado y perderse la próxima fecha. Entre otros, se destaca un reclamo al árbitro que paró una jugada de ataque de su propio equipo.
Como segunda medida, hay un déficit que ya se transformó en costumbre para los rivales. Se trata de la pelota parada que varios equipos aprovecharon para sacar ventajas. A la entidad de la Ribera le hicieron pocos goles (5) a lo largo del segundo semestre de 2017, pero varios fueron por esa vía. Supo hacerlo Godoy Cruz, en la Bombonera (cabezazo de Leonel Galeano). Y lo consiguió Central por duplicado: en el único gol con el que lo dejó afuera de la Copa Argentina (Mauricio Martínez) y volvió a concretarlo anoche a través del cabezazo de Marco Ruben.
Boca se transformó en un equipo previsible. No porque juegue mal, sino porque muchos encontraron el antídoto. Y eso pesa pensando en el máximo objetivo para 2018.
En la Libertadores habrá muchos encuentros de estas características y, si no cambia a tiempo, el xeneize puede llevarse una sorpresa. Porque la Copa se gana con juego y experiencia, pero también con actitud. Algo con lo que a los hombres de Guillermo le están empezando a ganar.