publicado por el diario La Capital de ROSARIO:

Julio Velasco, el entrenador de la selección argentina de vóley, pasó el fin de semana por Rosario para hablar no sólo de la disciplina que lo consagró, sino también de equipos, liderazgos y rendimientos. Coaching, en la jerga moderna. En una sociedad que poco escucha durante estos días, oír a Velasco es un lujo. Porque no sólo puede hablar de vóley y de cuanto deporte se proponga. Velasco es una voz autorizada sobre cualquier tema, aunque él diga que prefiere no opinar mucho de ciertas cosas para que no se piense que hace abuso de su cargo de entrenador de Selección, que debe ser un rol más institucional. Pero Velasco es un imponderable en lo suyo, un revolucionario del vóley, con una historia que comenzó a ser inmensa cuando fue el ayudante del coreano Young Wan Sohn en aquella selección nacional que hizo historia en el Mundial de Buenos Aires 1982 al conseguir el bronce. Luego hizo una carrera intachable que, entre otras cosas, lo llevó a ser campeón del mundo y medallista olímpico con la inolvidable Italia de los 90. Dirigió clubes. Acá y en Italia, donde lo adoran. También trabajó en España e Irán, donde entrenó a los seleccionados nacionales. Vive en Europa (en Bologna) desde que se fue perseguido por la última dictadura militar instaurada en Argentina. Estudió filosofía, militó en un centro de estudiantes en La Plata, ciudad donde se formó. Y está atravesado por todo eso. Entonces, cuando “agarró” la selección nacional hace un par de años muchos se preguntaron por qué lo hacía, cuando allá estaba tranquilo, era respetado y solicitado. Dijo que quería devolverle a su país, a través del vóley, un poco de lo tanto que le había dado, sobre todo su formación académica. Pasó por Rosario y desbordó el teatro La Comedia, donde brindó una extensa conferencia y mantuvo este mano a mano con Ovación, en el que desgranó sentencias al por mayor pero que pueden cerrarse bajo una idea global: “Un equipo no es un grupo de amigos organizando las vacaciones”, tiró. Y lo desmenuzó al detalle.

Vino a Rosario, entre otras cosas, a hablar de liderazgos. ¿Cuáles son los líderes que usted prefiere?

No se puede hablar de un tipo de líder, todo depende de la actividad que haya que hacer, una cosa es el líder de un trabajo, otra cosa el líder de un equipo. En los grupos no hay un solo líder ni un líder para todo. Está el jugador que es líder por los momentos decisivos y todo el equipo lo busca inconscientemente a él y está el jugador que es líder a la hora de hablar con los dirigentes o representar al equipo en momentos de dificultad. O el líder del tiempo libre. No hay un solo líder, sobre todo de jóvenes. Luego están los líderes más institucionales, que a veces son el capitán, también el entrenador o el presidente. Líderes con tareas muy concretas que tienen que estar claras. Otros liderazgos pueden ser más improvisados, este no.

Y todos son necesarios…

Y sí, fundamentalmente respetando los roles. No hay que cometer el error de seguir por seguir. No hay un modo de ser líder, hay muchos, y la primera característica que tiene el líder tiene que ser respetar su propia característica. Después hay que desarrollar un liderazgo y determinadas características que lleven a que eso acerque a un objetivo colectivo. Cada uno con su manera, lo importante es que se haga.

En el deporte argentino se habla más de una vez de aquellos objetivos colectivos que son afectados a partir del ego de algunos jugadores. ¿Cómo maneja esta cuestión en el vóley, la de administrar el ego de las figuras? A veces es inevitable y esos jugadores tienen que estar.

Quiero jugadores de una personalidad fuerte, competitivos. Los quiero, me gustan. Porque también tenemos que enfrentarnos a otros que tienen gente con personalidad fuerte. No es que me gustan todos jugadores que acompañan. Creo que hay que hacer una diferencia importante entre tener una gran autoestima y tener un gran ego. A veces ese es el problema. Los jugadores con gran autoestima y los colaboradores de ellos son

valiosísimos, ojalá todos tuvieran una gran dosis de autoestima. El ego es otra cosa, es creerse ser el centro de todo y entonces ahí se puede crear conflicto. Pero en definitiva el tema es que aunque uno se encuentre con un jugador de gran ego no tiene que pedirle que no lo tenga, sino armar un juego de equipo suficientemente claro para que el jugador aún cuando tenga un gran ego ejerza el rol que le corresponda. Y después será más o menos simpático, eso es secundario. Un jugador de fútbol hace pressing no por ser solidario, lo tiene que hacer porque es parte del juego. Así tenga un ego enorme. Si no lo hiciera es como si hiciera una cosa mal. Se trata de eso, de convencer a los jugadores de que jugar bien significa eso, si hay más o menos ego en un grupo lo vas manejando de modo más natural. Un equipo no es un grupo de amigos que se está organizando para ir de vacaciones.

Eso es algo que usted relata siempre. Teniendo en cuenta eso y de que se trata de buscar a los mejores en cada cosa, lo llevo al fútbol. En Argentina hoy el debate es si Mauro Icardi tiene que estar o no, si el grupo no lo quiere o si Lionel Messi no lo acepta. Un equipo con aspiraciones como Argentina, ¿se puede dar el lujo de prescindir de uno de esos mejores, supuestamente, por temas extradeportivos?

No sé lo que pasa con Icardi, la interna, si lo quieren o no lo quieren o por qué no lo quieren. Me parece que el problema de la selección argentina no es que le falte un atacante, le sobran, partamos de esta base. Porque creo que un equipo que puede tener a Sergio Agüero, Pipa Higuaín y Angel Di María en el banco, como ya ha ocurrido, tiene opciones más que suficientes. Me parece que el problema es que la selección no juega bien. Es, en realidad, el problema de las selecciones de fútbol. Lo que los hinchas no tienen en cuenta es que los entrenadores tienen a los jugadores 3 o 4 días antes de un partido. Entonces, ¿qué juego les podés dar? Si uno le dijera a un técnico “jugate la final de campeonato o de Copa Libertadores con tres días de entrenamiento”, te diría que es imposible. Y a la selección se le pide eso permanentemente, a la Argentina y a cualquier otra. Es muy complicado ese tema. Nosotros en el vóley tenemos otra situación, un período de clubes en el que la selección no hace nada. A la vez para los clubes es un desastre esto de que los jugadores se tengan que venir a Argentina y dejar un momento decisivo del campeonato en Europa. En el vóley tenemos esos meses sólo de selección, podemos formar un equipo. El entrenador de la selección de fútbol tiene un trabajo muy difícil. El problema pasa por ahí más allá de si un jugador está o no. Después hay situaciones en los grupos que hay que tener en cuenta. Si un grupo rechaza a un jugador, que no sé si es el caso de Icardi, hay que tenerlo en cuenta. Uno no puede imponer nada contra el grupo, porque eso es complicado también.

¿Qué le parecen estas cuestiones de tantas finales perdidas? ¿Se puede recuperar la motivación de esos jugadores ante circunstancias que ellos mismos consideraron fracaso?

Los argentinos somos muy dramáticos (risas), siempre sacando conclusiones definitivas. A mí no me gustan las conclusiones definitivas, las cosas pueden cambiar siempre, mucho. En el fútbol, en el vóley, en la política, en la historia.

¿Cuándo se tiene un buen equipo? Gana uno solo, pero otros también serán buenos…

Para tener un buen equipo se necesitan buenos jugadores y también un buen juego, organizado y que funcione, que los jugadores lo pueden interpretar. Y por supuesto también eso que a veces define: una buena mentalidad. La buena mentalidad se necesita para todo, para trabajar, para entrenar, para hacer un juego de equipo. Pero ocurre que a veces uno tiene un buen equipo y tiene la mala suerte de encontrarse con uno mejor y eso los hinchas tampoco lo tienen en cuenta. No es que uno pierde porque es malo, simplemente encontró a uno mejor y a veces el mejor es mejor por poco, en el vóley a veces se pierde por dos puntos y de repente al siguiente partido cambia todo. La selección argentina de Marcelo Bielsa llegó al Mundial 2002 muy bien y Brasil clasificando a último momento. Después Brasil ganó el Mundial. En el fútbol esto pasa constantemente. La última victoria de Barcelona contra el PSG es también significativa (dio vuelta un 0-4 de ida en la Champions League) y ahora parece que los del PSG son tarados.

Respecto a lo que pretende del equipo arentino, teniendo en cuenta que este es un año “tranquilo” en cuanto a competencias, a lo que espera de cara al Mundial 2018 y a los Juegos Olímpicos 2020, ¿en que parte de ese camino está? Después de los Juegos de Río, que fueron buenos, dijo: “No pasamos de cuartos de final”.

El equipo está creciendo y funciona como equipo, lo que necesitamos es crecer cada temporada. Y que ese crecimiento nos permita entrar en ese grupo. El objetivo no es ganar cada tanto un partido y agrandarnos porque “ya estamos”. No es que vamos a ganar siempre tampoco, porque nadie les gana siempre a todos, sino bastante seguido y no alguna vez. También vamos a perder. Y de acá al año que viene que va a ser el del Mundial necesitamos crecer a nivel individual y de equipo. Cada año crecemos un poco y para eso necesitamos de cada jugador. Eso es un aspecto: mejorar y poner objetivos claros. Este año, en esto, tengo que ser mejor. Si cada jugador mejora en una cosa, un equipo mejora. Todos tenemos que mejorar al menos en una cosa. Y después nos medimos con los otros y vemos si nos alcanza o no nos alcanza. No es que somos los únicos que nos proponemos mejorar, los demás también lo hacen. Acá hay algo que no digo mucho porque no tengo ese problema y es que esta selección da todo. Este es un grupo de chicos que da todo lo que tiene. Y si uno ha dado todo lo que tiene y pierde tiene que aceptar que el adversario fue mejor. No poner excusas, debe estar tranquilo con su conciencia. Nosotros tenemos que tener, sobre esa base muy buena de jugadores que dan todo por la selección, aún capacidad de mejorar. Cuando un jugador no es muy bueno es fácil que mejore, si es muy bueno es difícil. Se trata de que mejoren todos. Los buenos y los no muy buenos.

¿Aquí entra esto de no tratar a todos de la misma manera?

Claro, porque cada uno tiene su característica, su motivación y a cada uno hay que encontrarle la tecla justa para entusiasmarlo. Son todos diferentes. Lo cual no significa que tengan privilegios, significa entender que son diferentes, tampoco se puede pretender que sean todos un modelo de jugador que yo me hago en mi cabeza. Los jugadores son personas, no máquinas que programo. Después hay cosas que no se pueden aceptar, como que un jugador no entrene o no se esfuerce. Para aceptarlo tiene que ser un jugador que haga mucha diferencia. Hay excepciones a todas las reglas. Las hay en matemáticas y acá también. Maradona, en un período de su vida, no se entrenaba tanto, pero después a Maradona lo querían todos. ¿Por qué?, porque después era mucho mejor que otros. Y aparte era muy buen compañero.

También dice que en Argentina se abusa del concepto del talento. ¿Cree que es una manera de quitarse la responsabilidad que incumbe a la formación o es parte de esto de creernos los mejores del mundo y que tenemos que tener grandes talentos porque si no, no se pueden alcanzar los objetivos?

Que los grandes objetivos no se pueden lograr sin grandes jugadores es verdad, ningún equipo puede sustituir a la capacidad individual. No hay grandes equipos con jugadores mediocres, se necesitan grandes jugadores, pero también jugadores de equipo. Lo que a mí me parece es que en Argentina apenas se ve un joven bueno, que pinta bien, ya es un talento, hay demasiados talentos. Y tenemos que ser más precavidos, porque a los chicos les llega ese mensaje. Entonces, son el nuevo Messi, el nuevo (Facundo) Conte. Esperá, dejalo. Eso por un lado. Y por el otro, cuando uno le pregunta a alguien qué es un talento, la mayoría dice que es el jugador al que las cosas le salen fáciles. Lo cual es cierto. Aunque esa es una parte del talento, la otra es tener capacidad de aprendizaje, de cambiar. Estos son los talentos que llegan a ser verdaderos. No sólo en el deporte. Jugadores como Maradona y Messi en el fútbol, como Conte o De Cecco en vóley, son muchachos a los que las cosas le venían fáciles pero cada año fueron mejorando, aplicándose, corrigiendo defectos. Si en cambio se quedan, cuando empìezan a pasar los años y tienen 25 o 26 ya no son tan talentos y entonces se preguntan qué pasó. Simplemente no mejoraron y juegan igual que cuando tenían 18 años.

Sergio Vigil, el entrenador más importante que tuvieron Las Leonas, siempre cuenta que tenerla a Luciana Aymar era un privilegio, pero era a quien más tenía que exigir, que tenía que mejorar el talento y ser la mejor del mundo muchas veces, como finalmente pasó.

Eso lo tenemos claro los entrenadores, pero a veces el ambiente no y eso tiene mucha influencia sobre los chicos jóvenes.

Volviendo al vóley específicamente, ¿aún ve un florecer? Hoy se habla bastante de la selección masculina. Por otro lado, ¿cree que a la femenina le falta un salto de calidad a pesar de que las chicas vienen de conseguir un logro histórico como fue haber ido a las Olimpíadas por primera vez?

Hay mucho entusiasmo. Creo que el problema del vóley no pasa por ahí sino por lo económico, a los clubes les cuesta. El nivel de entusiasmo de jugadores, entrenadores y dirigentes que apoyan al vóley es altísimo y es un movimiento absolutamente extraordinario. Aunque se tiene que ir consolidando a nivel económico, porque a veces hay realidades que son muy lindas pero después desaparecen por falta de fondos. A nivel femenino todavía hay que dar muchos pasos y la diferencia más grande no hay que medirla a nivel de la selección mayor, sino a nivel de selecciones juveniles. Mientras los juveniles masculinos ya hace años que consiguen logros importantes, las juveniles femeninas no. Y creo que ahí está la clave del salto de calidad.

En su momento cuando asumió en la selección dijo algo así como que aceptó el desafío porque quería, en cierta manera, devolverle a Argentina la formación y la educación recibida. Hoy por hoy el tema de la educación pública está en boca de todos, especialmente por las declaraciones del presidente Mauricio Macri y la falta de arreglo en las paritarias entre gremio y gobierno. ¿Qué opinión le merece?

Sobre los conflictos no opino porque creo que el rol de la selección debe ser institucional. O sea, esta nota está hecha porque soy el entrenador de la selección nacional, sería incorrecto usar mi posición para dar opiniones. Pero sobre la educación pública creo que cualquiera puede estar de acuerdo en que es un elemento decisivo para un país. Siempre lo fue, pero en el mundo de hoy cada vez más tecnológico, la educación lo es aún más que en el pasado. Tiene que ser una prioridad absoluta para cualquier gobierno, de cualquier país y en cualquier circunstancia, que la educación mejore y se ponga en el primer nivel internacional.