Comparto el texto acerca de los 60 años de Maradona que escribí para la Agencia de Noticias Télam (Walter Vargas)

Sesentón, otoñal y abismal, Maradona va.
Sesentón por calendario, retacón por ADN y respondón por vocación.
Gran DT forestal, de Gimnasiá/Gimnasiá, Maradona va.
El quinto de ocho hijos de Chitoro y de la Tota, gorrión alumbrado en el Evita de Lanús, pibe achuecado de Fiorito y alimentado por los patys al paso de su amigo Cyterszpiler. Cebollita goleador de arco a arco. Malabarista de los entretiempos del viejo estadio de Juan Agustín García y Boyacá.
Atracción ocasional en un sábado circular de Pipo Mancera.
Carita de puro sueño a ojos abiertos: jugar en el Mundial.
Insolente bautismal un miércoles a la tarde con Talleres de Córdoba. Túnel subfluvial a Chacho Cabrera. Adolescente sabio que ahí mismo, en Argentinos Juniors, se cansa de hacer goles y de hacerlos hacer y pasa sin escalas de verdugo por cuatro de la pedante verba del Loco Gatti a campeón en Tokio con la Albiceleste, crocante carta llegada al mazo del Flaco Menotti, ídolo en la Bombonera, Maradó/Maradó, campeón con Boca, joya que el Barcelona compra con una montaña de pesetas.
Setecientos días en Catalunya, luces y sombras en el Camp Nou, más sombras que luces en el Mundial de España, víctima de la hepatitis y de la criminal patada de un tal Goicoetxea, viaje al sur profundo de Nápoles, hacedor, gladiador, refundador, San Gennaro y San Diego: ho visto Maradona.
De qué planeta viniste, Rey Azteca, a tus pies rendida la rosa de Tudor. La mano de Dios y la jugada del relato de todos los tiempos. David supremo frente al Goliat teutón: Argentina campeón del mundo.
Matrimonio con La Claudia. Llegan Dalma Nerea y Giannina Dinorah.
Tobillo averiado, corazón valiente en San Paolo, sono fuori de la tazza. El vil penal de Codesal. Saladas lágrimas en albiceleste.
Túneles negros de un blanco placer artero.
Más noches y menos cancha. Sevilla tiene un color especial. Del Guadalquivir al Parque Independencia. Volver con la frente altiva hacia el cuarto Mundial. De la quimera a la efedrina. La enfermera de Boston. Le cortan las piernas.
Últimas imágenes del genio en el naufragio. Xeneize de pelo amarillo, se va en el Monumental y se despide de las canchas con la plegaria de la pelota que jamás se mancha.
Poster en la guerra de los Balcanes, agonizar en Punta del Este y renacer en Buenos Aires.
Heredero del Coco Basile en la Selección, sufre en La Paz, barrena bajo la lluvia (la clasificación cuesta un Perú), saca pecho en Montevideo y celebra en clave de vuvuzela, pero se va de Sudáfrica goleado y sin revancha.
Antes y después, menos estratega de pizarrón que líder motivador: Mandiyú, Racing, Al Wasl, Al Fujairah y Dorados de Sinaloa.
Antes y después, un mundo de sensaciones.
Diego de la gente. Bocón incontinente. Impertinente. Impenitente.
Como bola sin manija entre la ternura y la crueldad.
De casi hermano de Coppola a indeseable, como Mancuso y tantos otros. De arropado a detractor del Doctor.
De par del olimpo con Pelé a odiosos y recelosos. Ciudadano de Cuba, Amigo de Fidel, asesor de un jeque, ladrador de Verón. Soldado de Perón.
Animal político políticamente incorrecto.
Amante latino, padre copioso y brumoso.
Conductor de tevé, presidente honorario del Dinamo bielorruso, protagonista biografiado, documentado, cantado, poetizado.
Interpelado, interpelador. Provocador, provocado.
Santo con iglesia propia
Hombre con berrinches de niño. Niño de mirada triste.
Perseverante, deseante, deseador, sesentón, otoñal, abismal: Maradona va.