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River ganó un partido a partir de un juego que siempre tuvo más estaciones para poder desarrollarse que la fuerza y la garra que puso Boca para tratar de disimular el jugador de menos que tuvo por la evitable expulsión de Fabián Monzón.
No sólo porque River tuvo una sociedad futbolística que intentó amparar casi siempre, si no también porque cuando necesitó respuestas defensivas, ya sea para hacer control de pelota o neutralizar los pocos avances que pudo generar Boca, también las tuvo.
Ganar sólo por 1 a 0 fue peligroso porque tenía en Viudez, Pisculichi y “Lucho” González (estos dos hasta que salieron) suficiente inteligencia y profundidad para poder cerrar el superclásico por un marcador mayor.
La diferencia
El primer tiempo, River demostró desde un principio cómo había que arrancar un clásico. La afirmación no tiene que ver exclusivamente con el gol que marcó “Lucho” González a los 7 minutos, si no por una planteo de protagonistas con muchos guiños de realidad.
El Millonario fue a presionar a Boca en su campo para generar los espacios necesarios para que creciera la sociedad entre Leonardo Pisculichi, Rodrigo Mora y Luis González, además de tratar de provocar el error en las salidas del equipo xeneize y cuya defensa mostró una inseguridad alarmante.
El gol fue una gran jugada que comenzó en los pies de Vega, continúa con un taco de Mora, luego Pisculichi asistió a “Lucho” González, quien batió a Guillermo Sara con un toque de derecha de gran calidad.
River generó cuatro o cinco avances más, aunque falló en la puntada final. Boca también le ofreció chances para que “el Millo” pudiera llegar cuando quisiera.
Mientras Ponzio y Pisculichi aclaraban el juego de River, Julio Chiarini fue el que pareció oscurecerlo y darle una posibilidad a Boca de empatarlo. Así fue como en un centro salió tardísimo y le cometió penal a Magallán, cosa que fue obviado por el árbitro. El defensor conectó la pelota, que dio en el travesaño. El arquero impactó al rival y no al balón.
El superclásico empezó a levantar temperatura y tuvo su punto de ebullición cuando Luciano Monzón le pegó desde atrás a Mora. Beligoy no dudó (hubo una recomendación durante la semana para los árbitros para jugadas de este tipo) y expulsó al defensor de Boca.
En el complemento, River demoró en ejercer la superioridad numérica de la que disponía por la expulsión de Monzón. Solamente cuando la pelota pasaba por “Leo” Ponzio, a River se le aclaraba todo. Pero los espacios de los que Pisculichi tenía en el primer tiempo ya nos los disponía en el segundo y “Lucho” se cansó bastante.
Entonces las herramientas para River pasaron a ser la velocidad de Viudez y algún error que pudiera cometer el fondo xeneize.
Paralelamente, Boca estaba a un acierto del empate, y lo buscaba con el impulso que le daba Rolín desde el fondo, más algunos chispazos de Bentancur y Palacios.
El superclásico en Córdoba fue para River, en un espectáculo atractivo en el que se pudieron observar algunos pasaje de buen fútbol, como lo fue en el gol de “Lucho” González.