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En el portal de “doble amarilla” se publicó este artículo: por Pablo Jiménez, desde Moscú:
No podía ser de otra manera, la rosca olió sangre y se metió a jugar su partido minutos después que Ivan Rakitic clavara el tercer golazo croata ante una hundida Selección Argentina.
A los pocos minutos, empezaron a circular versiones de todo tipo y hasta hubo canales de TV que desde Buenos Aires sentenciaban la salida de Sampaoli esa misma noche. Lo curioso es que, sin tener debidamente chequeadas esas versiones, llamaban a colegas con habitual mejor información en Rusia y les preguntaban si esas versiones eran reales, aunque, pese a la negativa, insistían con los zócalos y títulos en tinta roja. Es de manual que para garantizar el éxito de un rumor, el relato tiene que tener dos características centrales: tener algo de verdad y ser veraz. Es decir, alcanza con que algún dato sea parcialmente comprobable y con que el resto del cuento sea creíble. Así se escribió y se habló de reuniones que no existieron, pedidos de guillotina falsos y hasta puñetazos en un vestuario que ni fuerza tenía para una riña de ningún tipo.
Lo curioso es que además, muchos de esos rumores llegaban a Nizhni Novgorod desde Buenos Aires, unos a 13.860 kilómetros de distancia. Esta situación terminó de colmar (y golpear) a los jugadores. Entienden que hay quienes buscan que este proceso de la Selección fracase. ¿Es por una cuestión deportiva? Obviamente no, es política. La apuesta real es que se muevan nuevamente los cimientos de Viamonte con un fracaso mundialista.
Tapia tuvo una virtud y un defecto al construir poder. Uno de los pilares más sólidos donde se ancló es en la Selección. Su relación con los jugadores empezó a construirse fuerte desde la Copa América del Centenario en EEUU cuando muchos dirigentes se borraron, pero desde su presidencia marcó al predio de Ezeiza como una prioridad de gestión. El error quizás es que con ese concepto, el Mundial es una especie de plebiscito para su mandato. Así al menos lo interpretan los opositores y los “aliados ocasionales” que al ver este panorama quieren el sillón de Grondona o al menos empezar a tomar más cuota de poder.
A los jugadores les importa un bledo las internas y disputas políticas y obviamente a los argentinos que quieren ver a la Selección levantar la copa mucho menos. Los futbolistas se cansaron e hicieron algo obvio, empezaron a mirar con desconfianza a integrantes de la convivencia en Bronnitsy y cerraron más el círculo. En el post partido uno de los rumores era que el DT iba a ser desplazado por pedido de los jugadores y que en su lugar iba a asumir el manager de selecciones, Jorge Burruchaga. Muchos empezaron a preguntarse quién instaló esa versión falsa. “¿A quién responde Burruchaga?, ¿quién lo trajo?”. Algunas coincidencias con algunos dirigentes que lanzaban versiones desde Buenos Aires empezaron a formar sobre el ex campeón del mundo y los seleccionados una capa de hielo inédita en el verano moscovita. Dentro de la cacería de brujas, otro que empezó a ser mirado de reojo es el histórico Donato Villani.
Las preguntas son: ¿qué busca la rosca y por qué le puede servir el fracaso del conjunto liderado por Messi? ¿El fracaso deportivo puede voltear a un presidente de AFA?, ¿Es tan débil Tapia como para caer por la eliminación de un Mundial? Un presidente que viviera entre opositor y aliado, da en el clavo en su análisis a Doble Amarilla. “Quizás Chiqui tiene que dejar de estar pendiente tanto de la Selección, mirar más de arriba y dejar que otros participemos y nos metamos en el día a día”, lanza del otro lado del teléfono. Lo que saben algunos presidentes de Primera es justamente que a Tapia es difícil voltearlo y que lo mejor es sacarle poder. Ya ocurrió con la emancipación de la Superliga y saben que, ahora, la Selección y el predio de Ezeiza es el target donde apuntar para hacer daño. Lo curioso es que también es sabido el desinterés y desprecio de muchos presidentes de Superliga por el conjunto nacional. Hoy se los cuenta con los dedos de la mano a quienes vinieron a apoyar a esta Selección. Es más algunos retrasaron su arribo a Moscú por los malos resultados. Seguramente en instancias finales vendrán casi todos.
La soledad de Tapia en Bronnitsy también tiene su explicación. Los jugadores no quieren a dirigentes dando vueltas por las concentraciones. Ni esta Selección, ni las anteriores ni las próximas. Es sabido que muchos jugadores aborrecen a los dirigentes y que muchos dirigentes odian (y ciertamente sufren muchas veces) las vanidades de los futbolistas. Es por eso que los mismos jugadores fueron los que le pidieron siempre al presidente de AFA el evitar costumbres grondonistas de inundar del predio de dirigentes pernoctantes o habilitarles visitas a la intimidad. Esa concesión de Tapia, molesta a muchos colegas de la rosca porque los deja sin acceso al campo de disputa.
La derrota envalentona y prepara el terreno para la rosca más agria. En Buenos Aires o en Moscú, el escenario no importa. La víctima, la Selección y millones de argentinos que sueñan con olvidar un rato los quilombos y ganar un Mundial…. como si eso estuviera mal. En el lodo, también el Gobierno nacional. El errático camino del conjunto de Sampaoli opera como bumeran, conviene porque distrae pero no dispersa por tanto tiempo como lo haría si se llega a la final. Con un Tinelli fuera de juego, la idea de recuperar AFA seduce pese al pacto firmado hace sólo unos meses. Claro, un choque de manos que tenía fecha de vencimiento tras el Mundial. Hoy parece adelantarse entre miserias, servicios y operaciones.
Audios, videos de cámaras ocultas con backstage de youtuber principiante, versiones falsas, peleas inventadas, todo ese cocktail destructivo se lleva puesto a un seleccionado también. No es sólo culpa de los estados de ánimo o de un entrenador que jamás hizo jugar a este equipo. Miserables aquellos que por un cargo futuro, aceptan ser protagonistas de un juego de rosca vencida, en momentos donde lo sano sería que la protagonista sea la pelota.