Publicado en El Gràfico el 30 de junio DE 2013 “
Si. Un año atràs,.Martín Mazur acaso preanunciaba,.sin saberlo,.la campaña del Seccionado alemán de fútbil en Brasil 2014 :
“El futbol es un deporte simple: 22 jugadores persiguen una pelota durante 90 minutos y al final siempre ganan los alemanes”. La definición de Gary Lineker, tras la
derrota de Inglaterra en el Mundial de Italia 90, tomó más actualidad que nunca en esta última temporada. Con la selección alemana a punto de ebullición y los clubes pisando fuerte en Europa, más la llegada de Josep Guardiola al Bayern Munich –confirmada meses antes de imaginar un cierre de temporada tan perfecto–, el fútbol alemán vive su Bundesboom.Desde el anuncio de Pep, los ojos de toda Europa de pronto se situaron por obligación en la Bundesliga. Allí donde los estadios revientan de gente y los partidos son casi siempre atractivos, donde los clubes apuestan a los jóvenes y los técnicos van al ataque. El campeonato alemán de este año volvió a tener el mejor promedio de gol por partido (2,94) en relación con las otras cinco principales ligas de Europa. Detrás le siguieron España (2,84), Inglaterra (2,79), Portugal (2,77), Italia (2,63) y Francia (2,54). Pocas ligas tienen el lujo de poder delinear un campeonato y una estructura totalmente desde cero. La MLS de Estados Unidos lo hizo. Contrariamente a lo que se podía pensar, su modelo de negocios no fue el de la Premier League, sino el de la Bundesliga: por infraestructura, inversión, finanzas controladas y, especialmente, desarrollo de la cantera. Quien por entonces le reveló esto a El Gráfico fue Ivan Gazidis, hoy director ejecutivo del Arsenal. Nada es casual. La Bundesliga tiene un modelo Wengerista del manejo de recursos. Y los mismos principios del entrenador francés. Ningún dueño puede tener más del 49% de las acciones del club. En comparación con el derroche de otros países, aquí no hay sueldos siderales ni espacio para magnates extranjeros.Cuando la FIFA instó a los países a rehacer calendarios alrededor de una liga de 18 equipos, se basó precisamente en la Bundesliga, que tiene ese formato desde 1965. Con una cantidad de espectadores que sólo supera la NFL del fútbol americano, la Bundesliga también es el torneo de fútbol más popular. En la nueva temporada, el promedio de público volverá a aumentar. Es que en el lugar del descendido Greuter Fürth (18.000 personas) regresará el Hertha, con 77.000 personas en cada partido en Berlín. Las entradas tampoco están reservadas para la elite. Siguiendo el índice Big Mac de The Economist, hay tickets que se consiguen al valor de 4 combos, contra los 12 a 20 que habría que desembolsar para ir a ver un partido en Inglaterra. Y encima, el valor del transporte público está incluido. No hay estadios únicamente para abonados, sino que siempre se mantiene un stock a la venta para aumentar la diversidad y evitar la exclusión. Es una liga para que el hincha disfrute desde que sale de su casa hasta que vuelve, propia de aquella atmósfera de las competencias de TeleMatch en los años 80.El producto envuelto pasó a ser tan atractivo que los derechos televisivos aumentaron un 50% sólo en el último año, hasta llegar a los 630 millones de euros.Alertado por el avance alemán, Alex Ferguson dijo a principios de año: “Creo que la Premier aún puede considerarse la más atractiva del mundo, pero la liga alemana nos está alcanzando. El ambiente en los tribunas es fantástico y para los hinchas es muy barato poder ir, que es muy importante. Los estadios son muy lindos, y los partidos, atractivos y con un montón de goles”. Para entonces, acababa de confirmarse otro dato sugestivo: por primera vez desde 1999, había más clubes alemanes que ingleses en la ronda final de la Champions League. Además, los siete equipos que participaron en las dos copas europeas habían clasificado a la etapa decisiva de la competencia: Dortmund, Bayern y Schalke clasificaron primeros en sus grupos de Champions; lo mismo hizo el Hannover 96 en la Europa League, mientras que Leverkusen, Stuttgart y Mönchengladbach pasaron de ronda en el segundo lugar.Aunque haya resultado antipático el manejo de Bayern Munich respecto del entrenador Jupp Heynckes (obligado a un retiro forzoso con el que él mismo había coqueteado previamente), la Bundesliga también sigue siendo una liga amistosa para los proyectos. De los técnicos que dirigirán en la próxima temporada, sólo cuatro habrán sido contratados en 2013; el resto tiene un promedio de dos años y cuatro meses de antigüedad.La Eurocopa del año 2000, en la que la selección alemana no logró ganar ningún partido, paradójicamente pasó a ser una de las principales victorias del fútbol alemán. Luego del fracaso, una frase iluminó a la Asociación Alemana: “Es la técnica, estúpido”. La Bundesliga tenía la estabilidad y los recursos, pero le faltaba el talento. En 2001, a los clubes se los obligó a contratar técnicos profesionales para las academias. La apuesta no fue a la reconstrucción mágica inyectando dinero artificial, sino al desarrollo sustentable de una generación de jugadores propios. Con la fortaleza física y mental típica del fútbol alemán, el punto débil era el juego en sí mismo. La revolución en inferiores tuvo esa premisa. Se crearon ligas para fomentar la competencia y se incorporó al sistema a muchos técnicos, también jóvenes, que tenían ideas renovadoras, pero ningún lugar en donde aplicarlas. Cinco años después, las semillitas del vivero explotaron como en la mejor de las primaveras. La selección alemana fue la principal beneficiada: pasó de ser un equipo de gerontes a una selección de elite con mayoría de sub 23, que llegará a tope al Mundial de Brasil. A la velocidad y la fuerza se sumó el control de la pelota. Thomas Müller, Reus, Sahin, Kross y Götze simbolizan al nuevo prototipo de jugador alemán. De hecho, en los últimos años se acentuó una tendencia curiosa: el número 9 alemán tipo tanque está desapareciendo. Los dos goleadores nacionales, Stefan Kiessling (25 goles en el Leverkusen, 1,92 m) y Alexander Meier (16 goles en el Eintracht Frankfurt, 1,96 m) tienen 29 y 30 años, respectivamente. En su lugar, aparecen los más hábiles y veloces, jugadores entre líneas de mucho desplazamiento y voraces diagonales. Quizás salgan tantos de estos que, en las inferiores, los grandotes terminen haciéndose defensores, lo que en definitiva provoca el déficit que cubren extranjeros como Lewandowski o Huntelaar.Pero la promoción no sólo se ve en los futbolistas, sino también en los entrenadores. Muchos de los que comenzaron trabajando en las academias hoy dirigen a las Primeras. No por nada, el modelo de José Pekerman siempre generó gran respeto en los alemanes. Argentina lo tiró a la basura. La llegada de talento extranjero, lejos de desnaturalizar el campeonato, le hizo mejorar su identidad. Casi todos los entrenadores son alemanes y en los planteles siempre hay mayoría nacional. Los que llegan de afuera, sean españoles, holandeses o polacos, se suben a un tren en movimiento que apunta a la mejora permanente sin alejarse de las premisas establecidas. Mientras en otros países se ven forzados a promover jugadores sólo para cubrir los pedidos de la FIFA, en Alemania suben por mérito propio y no se ven tapados por los extranjeros. El Borussia Dortmund es el ejemplo natural, pero también lo es el modesto Freiburg, que terminó quinto gracias a la generación Selbstgemacht: hecha en casa. EL TECNICO Jurgen Klopp fue clave para la reconstrucción del Borussia Dortmund.A propósito, hoy es fácil situar en el pedestal a Jürgen Klopp, pero lo cierto es que cuando se hizo cargo de un Dortmund (en crisis), venía de dirigir al Mainz en la Segunda División. Había logrado un ascenso, pero también un descenso. En otros países, eso le habría significado la estampilla de técnico de la B y su imposibilidad de llegar a un club grande. En Alemania, le dieron el club más popular para que siguiera haciendo, a gran escala, el trabajo de base que había mostrado. En su Dortmund hoy se invierte casi tanto en desarrollo como en mercado. El último “refuerzo” es una máquina que cuesta un millón de euros. Permite que los jugadores mejoren la técnica y la velocidad de pensamiento. Dividida en grandes cubos, el jugador vive una experiencia de 360 grados. Las pelotas caen automáticamente (como en las prácticas de tenis) e inmediatamente se ilumina uno de los cubos de alrededor. Arriba, a media altura, a baja altura o a ras de piso. Derecha, izquierda, de espaldas, o de frente. Donde aparezca la luz, allí habrá que apuntar. Control y pase, control y pase. Tan sencillo como eso. Basta con ver la reacción del equipo en la cancha para darse cuenta de por qué cada ataque se parece a una parada de boxes de la Fórmula 1, sin por eso resignar técnica ni precisión. La competitividad parece quedar en jaque a la hora de incluir al Bayern Munich en el análisis: ganar la liga con 25 puntos de ventaja, un categórico +80 en diferencia de gol y un solo partido perdido en el año (2-1 contra el Leverkusen) no es algo que se vea muy naturalmente. Pero el concepto imperial del Bayern es un fenómeno en sí mismo y jamás se alejará de su forma de ganar: por demolición, gastando lo que haya que gastar para sumar a los mejores. Y después ver cómo se acomodan. Para Guardiola, una cosa habría sido llegar a un equipo campeón de liga y otra muy distinta es llegar al campeón de Europa, el que vapuleó al Barcelona con el mismo modo de jugar con el que los catalanes habían maravillado al mundo durante 5 años, pero a mayor velocidad. El desafío de Pep, independientemente de temas tácticos que serán enriquecedores, consistirá en dotar a su Bayern de esa generación propia de jóvenes. Luego de haber estudiado al detalle la situación alemana, Guardiola sabía que había material de sobra para poner manos a la obra. El mundo lo estará mirando. A él y a la Bundesliga.