Tacuara Cardozo, tras cometer mano en la acción previa, anotó el 1-0 para el local en Asunción; el Rojo deberá ganar al menos por dos goles en el desquite del martes próximo
Es un espejismo la derrota de Independiente. Fue superior, tuvo el 74 por ciento el poder del balón y 9 situaciones claras de riesgo. Sin embargo, perdió por 1 a 0 con Libertad, en Asunción, por las semifinales de la Copa Sudamericana. El martes próximo, con lógica esperanza, resolverá su candidatura en su casa.
El Rojo deberá ganar por dos goles o más en el desquite del martes próximo en el Libertadores de América; un triunfo por 1-0 obligará a definir por penales, y una victoria por 2-1, 3-2 o margen similar les dará el pase a la final a los guaraníes.
¿Cómo sobreponerse a un golpazo apenas comenzada la función? ¿Cómo se reincorpora un equipo, preparado con una idea precisa, al impacto de un gol a los 29 segundos? ¿Salir con un ímpetu atrevido, con la consecuencia de cierta debilidad en las zonas bajas? ¿Buscar la tranquilidad, mientras los minutos vuelan, con la derrota asumida desde el arranque? Independiente no tiene todas las respuestas. Es un buen equipo, con figuras recuperadas, pero el dolor repentino, sorpresivo, no suele tener la misma consecuencia en cada uno de los integrantes. Tacuara Cardozo -luego expulsado por un codazo-bajó el balón con el antebrazo izquierdo y sacó un remate soberbio, que sorprendió a Campaña y a toda la estantería defensiva roja. Debió ser anulado. Independiente, sin embargo, no se desordenó. Acusó el impacto con hidalguía, aunque de a ratos actuó como un equipo agresivo, ambicioso. Creyó en el orden, en un primer momento. Y apenas en la segunda parte, se decidió a volar.
No tomó nota de las palabras de Ariel Holan, el conductor, horas antes del choque. “Tenemos que tratar de que no nos tiren centros, y tener cuidado también en las pelotas frontales. Son finales, y los detalles en una jugada pueden cambiar la historia de la clasificación. Para atacar bien, tenemos que defendernos bien”, fue el mensaje preliminar. Independiente intentó defenderse con solvencia: lo logró de a ratos. Y fue valiente apenas con un puñado de ráfagas en el tramo final.
La capacidad defensiva de Independiente trastabilló entre la propuesta y los despistes. En los anteriores tres encuentros, Independiente no sufrió goles, todo un aliciente para una formación sin seguridad extrema. Un 2-0 a Nacional, de Paraguay, un 0-0 con Belgrano y un 1-0 ante River, se ofrecían como recompensas de un cerrojo más intenso, en una formación que suele ser generosa y abierta. Anoche, sufrió, se sintió incómodo, sobre todo en el centro del área, en la imagen de los resbaladizos Franco y Silva.
La creatividad ofensiva roja, otra vez, resultó ser el costado izquierdo, en el que Sánchez Miño -como contra River- se siente con confianza y libertad. El defensor, ahora volante, hace lo que enseñan antiguos manuales: avanza con criterio, llega hasta el fondo, levanta la cabeza y lanza al balón al área, generalmente con criterio.
Libertad es la imagen de la picardía y la experiencia. Sabe cómo capitalizar sus oportunidades, con la convicción de saberse inferior. No le pesa la ecuación: se siente a gusto espiando a los poderosos desde el césped. No le va nada mal: está en una instancia privilegiada en el certamen. Respaldada en dos viejos sabuesos del área. Tacuara Cardozo tiene 34 años, Salcedo suma 36: son los soldados del ataque. Alcáraz tiene 35 años, Da Silva suma 37: son los zagueros de la resistencia. Sin la billetera de los otros -Flamengo y Junior son los actores de la otra semifinal-, se las rebusca con los argumentos que regala el fútbol: corazón, pases cortos y centros a la olla.
Sobre todo cuando tuvo un hombre más, Independiente amagó con el empate toda la noche. Tuvo creatividad, le faltó puntería.
El 1-0 de Libertad