El inefable y Maestro Osvaldo Wehbe le dediicó una página recomendable en el diario El Puntal:
El brazo de Victorio
“No es nada…, ya vas a ver que va a mejorar y jugará como siempre”. El consuelo del tío Emilio no entraba en el pensamiento de mi primo que lloraba con La Nación en la mano, tratando de explicarse con sus nueve añitos lo que le había pasado a Victorio Francisco Casa, a quien en un confuso episodio, habían baleado frente a la Escuela de Mecánica de la Armada. Que iba a perder el brazo y que sé yo qué más decía el diario. El pibe no tenía lugar para explicaciones lógicas.
La foto de la habitación mostraba a Areán, Veira y Casa y él la
miraba desgarrado en el alma.
En esos días se supo que Casita desoyó una orden de alto y un disparo le dio en el brazo, el cual debió amputársele. Eran los primeros pasos de 1965.
A partir de allí y de su vuelta a las canchas, el Manco Casa comenzó a ser una leyenda del fútbol nacional. Porque quienes no lo habían visto demasiado aseguraban que el accidente privó al balompié nacional de un enorme puntero y porque quienes sí lo veían desde pibe aseveraban que, aun sin el brazo, Casita volvería locas a las defensas rivales.
Además desde el buen humor del protagonista, esa camada de carasucias de San Lorenzo acumuló historias risueñas y algunas inverosímiles sobre el brazo de Casa y el resto del plantel.
Casita nació en Florida, Buenos Aires, un 28 de octubre de 1943 y falleció en junio de este año en Mar del Plata, lugar donde residía hace ya mucho tiempo.
Debutó muy joven en El Ciclón, en la primera fecha de la segunda rueda del campeonato de 1962, torneo que pasó a la historia por el penal atajado por Roma a Delem que le dio finalmente el título a Boca.
El juez Luis Ventre dirigió San Lorenzo 3 – Ferro 2 y allí jugó uno de sus pocos partidos de ese año, en el que alternó con los últimos cotejos de Norberto Boggio y el brasileño Mallman Joao Parobé, que pasó por el club por poco tiempo.
El Ciclón salió a la cancha con Periotti; Cancino y Páez; Martínez, Santamaría y Telch; Facundo, Rossi, Leeb, Sanfilippo y Casa. Ferro con Marrapodi; DiGioia y Andrade; Biaggio, Carrasco y Camacho; Blacut, López, Ribaudo, González y Garabal. Leeb y dos de Sanfilippo para los de Boedo y dos González para el verde, los goleadores de esa tarde. Fue un flojo campeonato para San Lorenzo. Se disgregaba el campeón del 59 y aparecían los carasucias. Y Victorio Casa, junto a Veira, Areán, Doval, Telch, Albretch, Rendo y otros participarían de un período sin títulos pero con partidos memorables en lo que al juego se refiere, salpicados con pozos de rendimiento que los hizo muy irregulares.
Por esos tiempos, en 1964, Casa fue convocado a la selección que ganaría la Copa de las Naciones en Brasil. Integró el plantel pero no jugó. Y su única actuación con la albiceleste se concretó durante quince minutos en Asunción, en noviembre del 64 entrando por el Tanque Rojas por la Copa Chevallier Boutell, cayendo la nacional, tres a cero. Sus compañeros de esa única vez fueron: Righi (Santoro); Ramos Delgado y Leonardi; Adolfo Vazquez, Rattín y Albretch; Luna, Willington, Alfredo Rojas, Ermindo Onega y Bielli. Al comienzo del año siguiente llegó la desgracia que le cambió la carrera y seguramente la vida.
Como decíamos, ahí empezó una leyenda. Pasó a ser el Manco Casa. Cariñosamente, por cierto. Con esa falta de costumbre que desde siempre teníamos respecto de las discapacidades, cuestión que afortunadamente ha ido cambiando aunque no del todo.
Manco para nosotros era el que buscaba El Fugitivo en la serie de TV, manco era Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de El Quijote que en la batalla de Lepanto quedó inútil de la mano izquierda; manco era José María Paz, caudillo cordobés que peleó contra Rosas y el tío Emilio le explicaba a mi primo que manco era el Manco Pérez, jugador de la primera de Universitario de Córdoba, que sin un brazo jugaba de defensor y era impasable, tanto que llegó a la selección cordobesa.
Casa volvió a jugar después del accidente, el 25 de mayo del 65. San Lorenzo perdió con Banfield en el Gasómetro, dos a cero. Dirigió Pestarino y, como curiosidad, esa tarde atajó para los cuervos por única vez en su carrera un tal Juan Pérez. Jugaron además Gramari, Magliolo, Albretch y Páez; Rendo, Santamaría y Coronel; Facio, Areán y Casa. Banfield le ganó con Righi; Vazquez, Calics, Villano y Nelson López; Blazquez, Anacleto Peano y Maidana; Chaldú, Raffo y Zárate. Los goles del Taladro los hicieron Chaldú y Maidana. Y allí se quedó Casita. En San Lorenzo. Hasta el 66. Jugó en total 72 partidos y marcó 5 goles; tres de ellos cuando ya había perdido el brazo y nada menos que contra Ñuls, Boca y Huracán.
Su último partido con la casaca azulgrana lo jugó el 31 de julio de ese 66 frente a Atlanta , cero a cero. Ya se afirmaba Castiglia en la punta izquierda y esa tarde jugó casi como centro delantero con Chaldú y Castiglia a los costados.
Desde aquella jornada de tantos equívocos: el ¡alto, pare!, y el disparo, Victorio Francisco Casa dejó de ser el endiablado puntero izquierdo de San Lorenzo, integrante de una camada de muy buenos jugadores, para ser el Manco Casa. Un personaje distinto en la historia de la redonda. Capaz de ser volteado por el marcador lateral y caer junto al Bambino Veira haciendo la mímica de tirarle tiros, él con una sola mano en pleno partido. De asistir a la presentación de un nuevo compañero con el brazo ortopédico puesto y, cuando éste le daba la mano, soltar la traba del mismo y dejarlo al tipo con el brazo suelto en la mano.
Victorio Casa. Uno no sabría si definirlo como un gran puntero o un insólito caso en el fútbol. Seguro las dos cosas. Su paso por las canchas fue inolvidable. Y su problema y su empeño, un motivo para pelearle a cualquier situación de la vida.
Y además siempre sonriendo, Casita, siempre sonriendo.
Osvaldo Alfredo Wehbe
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