El equipo brasileño ganó 2-1 como visitante y celebró su tercer título; en la ida, también había vencido, 1-0; el público granate ovacionó a sus jugadores
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Quedó en la puerta. Lanús no consiguió la graduación con el título que más lo ilusionaba en este último tiempo: la Copa Libertadores. en la Fortaleza, en un escenario desbordante de pasión, los corazones latieron con pulsaciones que escaparon de lo normal. No alcanzó para el Granate, el equipo del barrio que no pudo convertirse en el Rey de América. Gremio le ganó por 2-1 y obtuvo por tercera ocasión el certamen más prestigioso del continente.
Lanús llegaba a esta segunda final entonado a pesar de la caída en Porto Alegre por 1-0. En la previa, había quitado del camino a los poderosos San Lorenzo y River. Sin embargo, esta vez no logró revertir otra serie adversa. En la noche del Sur del Gran Buenos Aires Lanús no lució la sintonía fina de los últimos meses, se le cerró el arco y no halló la fórmula ni siquiera para acercarse a la definición por penales.
Ya desde la previa, en las inmediaciones de Arias y Guidi los hinchas colorearon las calles con banderas y pintadas de todo tipo. En varias de ellas se pudo percibir a uno de los grandes emblemas de la historia granate: Ramón Cabrero. El ex entrenador, fallecido el día después del histórico triunfo sobre River, también fue homenajeado dentro del estadio cuando tronó el clásico “¡Oi, oi, oi, oi, es el equipo de Ramón!” que con el correr de los minutos cambió apenas un nombre por un apellido en la ovación: “Almirón”.
Justo en la definición que tanto esperaba, durante el primer tiempo Lanús se olvidó de todo lo bueno hizo cuando visitó el estadio Arena Gremio. En su casa lo esperaba un examen de temperamento y actitud. Pero entró nervioso, se cargó de infracciones (recibió dos tarjetas amarillas en los primeros veinte minutos) y le cedió el control a su rival. Con la pelota en su poder, Gremio la hizo circular de un costado a otro bajo la batuta del incisivo Arthur.
Al equipo de Almirón le costó quebrar la línea de presión, hacerse de espacios, establecer líneas de pases claras y directas. Mientras que el elenco brasileño fue inteligente, no perdió la cabeza y presionó donde correspondía. A los 27, José Luis Gómez pifió una pelota en la mitad de la cancha y Fernandinho se escapó solo cara a cara con Andrada. El zurdo remató con potencia y se fue a celebrar de cara a sus simpatizantes.
El primer gol de Gremio, de Fernandinho
Acorralado, Lanús no tuvo elaboración y se vio superado. Atado permanentemente por los nervios, sin exhibir un orden y con marcados problemas con la pelota, sólo asomó con peligro por intermedio de un tiro libre de Velázquez que Grohe mandó al córner y un remate de media distancia de Román Martínez que se fue desviado. Los defensores granates llegaban a destiempo, los del medio no la encontraban y tanto Acosta como Silva no generaban desbordes.
Con mayor movilidad y capacidad de llegada, Gremio giró siempre sobre el eje de Arthur. A los 41 se paralizaron los corazones granates cuando Luan definió de manera exquisita ante Andrada y frente a una defensa de Lanús estancada. Otra vez, en una situación similar a la de River en semifinales, el compromiso se hacía cuesta arriba.
El segundo gol de Gremio, de Luan
El segundo tiempo comenzó con un poco más de ritmo por parte de Lanús. La pelota corrió con mayor velocidad por la zona media e intentó sacudirse los temores. No necesitaba mucho para exhibir una cara diferente a la de los primeros 45 minutos. Dio un salto en lo anímico y el descuento de Sand de penal fue un estímulo que levantó a la fortaleza con el clásico ¡”Movete, Granate, movete.!”.
Gremio, en tanto, bajó las revoluciones y pasó algunos sofocones que de todas maneras no alcanzaron para torcer la historia.
Con el pitazo final, fue todo euforia brasileña en la Fortaleza. Los más ansiosos de los 4000 hinchas que arribaron de Porto Alegre restregaron sus ojos y se dieron cuenta de que a la vuelta de la esquina podría aparecer el galáctico Real Madrid en el Mundial de Clubes, el peldaño más alto. Por qué no soñar con hacerles frente. Pero ese será otro cantar.
Mientras en el campo de juego se sucedían los gritos y los saltos, en las tribunas miles de brazos apuntaron hacia el cielo. Atronaba el “¡Dale, dale Gremio!” y las banderas y camisetas celestes, blancas y negras volaban de un lado a otro. Los mayores atributos de esta gesta histórica de Gremio hay que buscarlos en el orden y el convencimiento del equipo de Renato Gaúcho: ganó diez encuentros y apenas perdió dos. En un elenco desprovisto de grandes figuras, en Buenos Aires fueron protagonistas desde el primer minuto.
Habrá un antes y un después en la vida de Gremio luego de la noche del 29 de noviembre de 2017, marcada a fuego por la obtención de su tercera Libertadores, después de las conseguidas en 1983 y 1995. La jornada resultará un punto de inflexión en su historia, nadie lo duda. Porque de los días mágicos y coloridos nadie se olvida.
Para Lanús, ahora, la caída es dolorosa, lo que no impedirá que este plantel se sienta orgulloso por haber disputado la instancia final del certamen más prestigioso del continente. En el medio quedará por resolver el futuro de Jorge Almirón. Con la mente más clara, seguramente el Granate encuentre velozmente un nuevo combustible. Su buen presente no deja de ser una realidad. La ovación del final para el plantel dio muestra de ello. Lanús se fue con el pecho inflado.