Silencios de ahora y del futuro

Por Osvaldo Alfredo Wehbe en el “Puntal.com.ar”

Se han acumulado horas de silencio. De tantos minutos de esos que a veces pasan desapercibidos en las canchas, porque hay maleducados que no respetan, porque el griterío y la euforia previos al partido se devoran el momento, en fin. La cuestión es que los homenajes al Chapecoense pululan aún por el mundo, ruede o no una pelota.
Un final que, como tantos, fue inesperado, trágico, duro, con el agregado en este caso de que no se demoró demasiado en establecer la responsabilidad del piloto en el desastre.
Lo que uno imagina, al ser un hecho evitable, causará escozor e impotencia en elevadas dosis, entre familiares y allegados a las víctimas.
Apenas surgió el nombre de la Conmebol como organismo que recomendaba a los clubes y selecciones usar la aerolínea de la tragedia (LaMia), una empresa dudosa por donde se la mire, a silenciar la relación entre el órgano mayor del fútbol de Sudamérica y la línea aérea. Como tantas otras cuestiones que han tenido que ver con las organizaciones del fútbol en los últimos tiempos.
Si hasta la AFA utilizó la compañía para llevar a la Selección a Brasil en su último compromiso por eliminatorias en ese país.
¿Se ha escuchado a alguien de la AFA hacer una declaración al respecto? No. Para nada. Y será difícil que ocurra.
Si no hay preguntas comprometedoras, para qué va a haber respuestas comprometidas.
¿Alguien ha preguntado con cierto énfasis sobre la continuidad del contrato entre la AFA y Torneos, una empresa que tiene gente presa y sospechada? A los partidos de la Selección los sigue manejando Torneos. Poco claro y sin explicación.
Bajo un enorme manto de silencio y el sentimiento de dolor del mundo del fútbol, uno desea con fervor que no caiga en el olvido lo que acaba de ocurrir con Chapecoense.
Ese club que, como tantos otros, se nos presentó como sorpresa (desconocimiento de uno, por cierto) en las Copas continentales.
Once Caldas, Cienciano, Pepe Ganga, Coritiba, Independiente Del Valle son algunos de los que se me ocurren ahora, como “mucho gusto, ¿y ustedes de dónde aparecieron?”. El Chapecoense era, para buena parte del mundo del fútbol, salvo el brasileño, un club desconocido. Y por lo tanto minimizado de arranque. Uno piensa que le pasará otro tanto a hinchas de otros países con conjuntos argentinos no tan nombrados fuera de nuestro país. Siempre con la salvedad de que dentro de una globalización impresionante podemos conocer todo lo que pasa en todos los vecindarios del mundo.
Ese Chapecoense ahora mutilado sacó a Independiente y San Lorenzo, nada menos, de la Sudamericana. Y lo hizo por mérito propio.
Ese Chapecoense ha sido motivo de seguimiento casi morboso del periodismo en los momentos de mayor dolor de su pueblo.
La vida seguirá. Para los allegados a los muertos. Para los sobrevivientes. Para el periodismo que viajó hasta el lugar para informar de un destrozo tremendo.
Lo malo será que la vida continúe como si nada para los responsables de lo ocurrido.
Alguno de ellos (el piloto) no podrá explicar jamás el porqué de tamaña irresponsabilidad, pero seguramente hay mucha gente “importante”, que debería dar un comentario al respecto. ¿Por qué esa compañía, ese avión, ese negocio?
El fútbol, como la sociedad toda, está cansado (¿y acostumbrado?) de tantos hechos violentos e injustos que nunca terminan de aclararse.
Y usted, como yo, podría dar nombres y circunstancias que avalan esto tan lamentable. Caminamos cada día con ellos. Con la mención espasmódica en la televisión, en la radio y en los diarios. Puede durar una semana, más o menos. Pero increíblemente, el telón del “todo pasa” se baja a la vuelta de la esquina. Y queda la esperanza de alguien cercano a las víctimas de que podrá hacerse justicia alguna vez. Que ese hecho injusto, lleno de negligencia o dolo, pueda tener al menos un final de cierto alivio.
Pero basta que la escena tenga relación con algún poder para que ya casi no tengamos esperanzas de sanciones a los culpables.
Y andamos por la calle cerca de ellos, conociéndolos, presumiendo quiénes son, pero sin la certeza judicial que lo reafirme.
Por estos días, llorando al Chapecoense, víctima de la negligencia de dirigentes del fútbol y empresarios de la aviación. De una empresa que desaparecerá silbando bajito, cuando el mundo ya no mire hacia Chapecó. Y, como mucho (que a esta altura es nada), quedará una chapita en la Copa Sudamericana con el nombre del equipo verde, consagrado ayer como campeón.

Osvaldo Alfredo Wehbe