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Uno nació en Hughes y el otro, en Balnearia. Uno es categoría 1985 y el otro, 1993. Uno debutó en 2004 y el otro, en 2012. Uno ya jugó en el exterior y el otro todavía no salió de Avellaneda. Uno convirtió goles en montones de canchas de montones de lugares del mundo y el otro solamente anotó en algunos estadios de la Argentina. No importa. En algún punto, todas esas diferencias no importan porque, por más distantes que puedan estar
pedazos de las historias de cada uno, lo cierto es que ambos tienen un detalle en común que funciona como una patria potente en sus formaciones como futbolistas: Ignacio Scocco y Luciano Vietto, partícipes protagónicos en seis de los siete goles que hubo en el partido entre Newells y Racing, manejan a la perfección y de manera elegante el oficio del 9.

No es un tema de números. No es una cuestión de promedios delante de la red, ni del peso específico que poseen en la producción ofensiva de la Lepra y de la Academia. Va más allá de las válidas estadísticas porque eso del oficio del centrodelantero se relaciona con el manual que se viene conformado en la Argentina desde que asomaron los primeros artilleros y que estos dos futbolistas conocen y exponen cada vez que saltan a un terreno. Les guste o no, lo sepan o no, Scocco y Vietto forman parte de una historia de cómo moverse en los metros finales del campo que incluye casi todos los atributos que estos dos jugadores mostraron en la tarde del domingo en el estadio Marcelo Bielsa: el tiro con la derecha y con la zurda, la astucia para llegar atacar al rival en el momento justo, el cabezazo como recurso trabajado y no dependiente únicamente del físico, la inteligencia conceptual para correr sin la pelota y abrirles espacios a los demás, la sabiduría para utilizar el cuerpo cuando la maniobra lo requiere, el conocimiento táctico para colaborar con la recuperación, la eficacia para generar sensación de peligro cuando el partido transcurre cerca de ellos.

Scocco y Vietto funcionan bajo la misma ley por más que nunca hayan cruzado más que un par de palabras. Más cómodos en entramados colectivos sólidos que en aislamientos individuales forzados, los dos son capaces de acomodar su fútbol a la coyuntura indicada. Cuando la necesidad los somete a resolver por sí mismos, lo logran ofreciendo soluciones sin que las condiciones objetivas del juego los ayuden mucho. El ídolo leproso, en el arranque del encuentro, recibió largo por izquierda, como si fuera un extremo, y encaró hasta obligar, sin ayuda de nadie, a la infracción en el borde del área contraria. De ahí, vale la aclaración, vino la apertura del marcador a cargo de Milton Casco. La promesa académica no se quedó atrás cuando, antes del final de la primera parte, corrió en busca de pelotazo larguísimo, esperó agazapado la posible falla de Gabriel Heinze, ganó la posición y definió con jerarquía para el descuento.

Pero ese no es el único dispositivo que manejan porque los hombres diferentes son, justamente, diferentes porque acumulan en sus espaldas un caudal de variantes que otros -quizás sí buenos en aspectos específicos del oficio general- no controlan en su totalidad. Cuando la acción los requiere en el servicio de asistencia, también se adecúan sin protestas y ofreciendo respuestas contundentes. El atacante santafesino lo hizo con clase en el tanto de la victoria, cuando recibió en tres cuartos de cancha, giró amenazando con el remate desde media distancia y habilitó a Maximiliano Rodríguez para dejarlo cara a cara con el arquero. El punta cordobés, en cambio, operó como enlace en la maniobra en la aguantó de espaldas con el pecho, aceleró por la derecha y habilitó a Javier Cámpora, quien se encontró mano a mano ante Nahuel Guzmán pero no pudo capitalizar la chance. Por supuesto que, como no podía ser de otra forma, en la lista de posibilidades que dominan uno y otro se encuentra la cualidad de asumir el papel de cierre de la gestación: Scocco, uno de los goleadores del torneo con siete tantos, gritó de penal en la primera parte y Vietto, que ya acumula seis en este certamen, marcó por triplicado demostrando que su relación con la red está intacta.

Es evidente que el repertorio del que disponen estos dos jugadores que son parte de una misma tradición no empieza ni termina en estos ejemplos. Sin embargo, los señalamientos concretos y algunos recorridos particulares en un mismo partido sí permiten obtener un pantallazo de lo múltiple que puede ser el oficio del 9 y de lo bien que lo desempeñan algunas futbolistas. Scocco y Vietto, diferentes pero parecidos, capaces de desequilibrar solos y acompañados, exponentes de esa obsesión por el arco adversario, representan una certeza acerca del gusto que da ver a algunos tipos con la pelota en los pies. Sin ellos, seguramente Newells y Racing no podrían haber regalado el mejor encuentro del campeonato.