Escribiô Guillemo Balaguè en el As que Italia ganó el encuentro de históricos, pero (casi) no hubo perdedores en el encuentro de la humedad: los transalpinos se llevaron los tres puntos, Inglaterra la confianza de que pueden competir con posibilidades a este
nivel, algo que había que demostrar por la bisoñez de su equipo.

La velocidad de sus delanteros apoyados en una estructura defensiva con seis tipos detrás del balón les dio muchas opciones. Se jugaba a lo Liverpool (cinco jugadores reds de titulares) y con un Rooney a la izquierda con menos influencia. Los contraataques de unos, y el control de otros se mezclaban con tiros desde la distancia; ambos equipos probaron las dudas de Hart, por irregular, y Sirigu, por debutante.

Pero pronto se vio que en Manaos, en pleno Amazonas, se estaba jugando un partido extraordinario jugado en condiciones innecesariamente exigentes: a los veinte minutos los jugadores empezaron a escoger sus carreras.

Pero en dos aciertos el partido ganó en emoción. Primero, un córner italiano que acabó con Marchisio solo fuera del área. Inglaterra reaccionó de inmediato, señal de que no existe el temor que les ha atenazado durante décadas. Algo, mucho, tiene que ver la frescura de Sterling que jugó de diez, que no es su lugar habitual con el Liverpool. El pase a Rooney a la banda izquierda para el gol de Sturridge (fantástico remate tras botar el balón) fue de lo más bonito del partido.

Ese tanto dejó en evidencia a Paletta y Darmian que llegaron tarde. Y lesionó al fisioterapeuta que en las celebraciones se dislocó el tobillo.

La actitud ofensiva inglesa le pasó factura en el segundo gol italiano: Baines no llegó a la jugada de Candreva por la derecha y su centro lo remató Balotelli, por fin un delantero más efectivo que teatral. El intercambio de golpes continuó hasta el final