Publicado En 11wsports un debate futbolero
En la definición del torneo, ningún equipo se despega y el desenlace se demora. ¿Cómo se explica que nadie gane pero que todos tengan chances?
Hay una realidad, que es la de los números. Y hay otra realidad, que es la de las explicaciones. Una y otra caminan casi a la par, sin tocarse, a veces rozándose. Se cruzan cada tanto pero no con la suficiente profundidad como para aclarar este dilema en el que está envuelto el fútbol argentino cuando a la definición del campeonato le
llegó la hora: ¿cómo puede ser que un equipo que obtuvo 3 de las últimos 12 unidades esté solamente a 4 de la cima de la tabla? ¿Cómo se comprende que el escolta acumule 6 presentaciones sin conocer la victoria? ¿Cómo se entiende que el puntero haya sumado solamente 2 puntos en los recientes cuatro partidos que disputó como visitante? Aunque suene raro, es así; aunque no haya mucha lógica, es así.
Ojo. No es cuestión de quitarles méritos a los que todavía pueden apuntarle al título. Para nada. Por algo están ahí, por algo pudieron destacarse en un contexto de duelos poco previsibles desde el resultado. San Lorenzo, Newell’s, Lanús, Arsenal, Atlético de Rafaela, Vélez, Boca y Estudiantes todavía se sostienen en el centro de la escena, más allá de que a veces asome la sensación de que la irregularidad de sus producciones hace lo posible por dejarlos afuera de la pelea. Pero son igual candidatos ya que, cada cual con su estilo, al menos durante algún tramo del certamen, consiguieron articular, con individualidades destacadas o con dispositivos colectivos eficaces, una serie de virtudes para posicionarse en una situación expectante. La incógnita, entonces, al tratarse de un mismo inconveniente para muchos equipos, es qué razones se esconden detrás de esa incapacidad de dar el salto de mantener la mejor versión a lo largo de un semestre.
Alguna certeza entregan los números. En el mejor de los casos, si San Lorenzo, el líder, ganara los dos encuentros que le quedan, llegaría a consagrarse con 37 unidades. Esa cantidad de puntos, comparada con lo logrado por los anteriores campeones, estaría por encima únicamente de la de Newell’s en el Apertura 2004. Después de aquel conjunto que comandaba Américo Rubén Gallego, se sucedieron 9 años y 17 torneos en los que el mejor cosechó 38 puntos o más. La pregunta, por lo tanto, es qué fenómeno futbolístico está ocurriendo para que todos los equipos muestren tantas dificultades para imponerse de manera sistemática. La paridad general, que desemboca en una competitividad mayor, es una hipótesis válida a la que también habría que encontrarle causa. Quizás, sólo quizás, la temprana partida al exterior de los futbolistas con más condiciones y la chatura dominante de las propuestas futbolísticas permitan llegar a una primera, pero seguro insuficiente, conclusión.
Ni es momento ni hay conocimiento suficiente como para lanzar verdades al espacio y creer que en dos líneas se puede abarcar la complejidad de un deporte que, en este costado del planeta, arrastra una combinación de mezquindades y de talentos que no cesan de asomar, de conductas ventajeras y de dignidades que se niegan a diluirse, de exitismos hegemónicos y de propuestas que ponen en discusión la mirada establecida. Tan sinuoso pareciera ser el camino a la gloria que no habría que descartar un campeón con puntaje récord, pero en sentido inverso. Tan sinuoso pareciera ser el camino a la gloria que no debería sorprender que el festejo fuera de Newell’s, el que mejor juega según la consideración convergente de públicos y de periodistas; de San Lorenzo, el que presenta los recursos más desequilibrantes; de Arsenal, el especialista para capitalizar detalles, o de Lanús, el que llega más en alza al final, a pesar de sostener sus anhelos en la Copa Sudamericana. Sí sería un asombro mayúsculo que el golpe lo diera alguno del segundo pelotón, aunque a esta altura todo puede pasar.
No hay argumentos claros para una coyuntura poco clara. Sí bastante tela para cortar, sí acontecimientos sobre los que reflexionar, sí experiencias para continuar pensando qué fútbol tenemos, qué fútbol queremos y hacia dónde va esa pelota que, en este cierre de campeonato, nadie sabe a ciencia cierta en qué arco se meterá.