Por Walter Vargas en su facebook
Adiós, Milito.
Bienvenido, Chavo.
Se fue Milito. En silencio, apresurado, cabizbajo, sin entender mucho más que lo gritado por una realidad inexorable y por su sentido de la ética. Nadie, ninguno, salvo ligeros y maledicentes podrán sostener, afirmar o deslizar que se quedó con una sola moneda de naturaleza vil. Lo llamaron, lo contrataron y trabajo mucho y tanto hasta donde pudo y supo. Y jamás dijo o hizo algo que representara una lesión palpable e imperdonable a la historia de Estudiantes. Salvo, claro está, todo eso que mensura la lupa omnipresente del “Pinchómetro”, una herramienta que tanto puede expresar legitimidad y pertinencia cuanto la caricaturesca expresión de petulantes y talibanes.
Fracasó, Milito. Cuando en 34 partidos oficiales, una docena de amistosos, cientos de entrenamientos y dos mercados de pases, no se alcanzó una impronta y un mínimo, vital y móvil de funcionamiento y de tensión competitiva, de eso que en lenguaje llano se denomina con la palabra “alma”, la responsabilidad del capitán del barco se vuelve inexcusable.
Pero Milito no fracasó por menottista, ni por guardiolista, ni por bielsista ni por otras variantes de las etiquetas emanadas de las interpretaciones forzadas, de los prejuicios, del despiste o de la pereza intelectual.
Hasta donde entiendo, ni por asomo Milito pecó por no interpretar a Estudiantes: en todo caso Milito pecó por no terminar de interpretarse a sí mismo. En equis momento se extravió en la subversión de la duda metódica y ya no regresó más del laberinto que devoró a un equipo cuya mayoría de jugadores el miércoles dio vergüenza ajena. (Aplauso, medalla y beso a los muchachos de Deportivo Laferrere: eso sí que es amor propio, espíritu de potrero, hambre de gloria).
Descuento que los muchachos de pantalones cortos evocarán a Gaby con respeto y valoración. Acaso haya enriquecido a todos y cada uno, pero llegado este punto me urge desalentar una falacia: un director técnico de fútbol es mucho más que un capacitador de personal. Un director técnico de fútbol debe de dar instrumentos al uno por uno para que el colectivo, que no es la suma de las partes, esté en las mejores condiciones para competir y derrotar al colectivo de enfrente.
(Algo me dice que más tarde o más temprano a Milito le irá bien, o muy bien. Entretanto, va de suyo que Estudiantes no ha sido su lugar en el mundo y que en el rompecabezas de Estudiantes jamás terminó de encastrar).
Dicho lo dicho, fuera del escenario las mejores alternativas (el Cholo Simeone y Nelson Vivas en Madrid y Alejandro Sabella aún sin un deseo profundo de volver al ruedo), muertas de muerte natural propuestas delirantes y/o voluntaristas de más de cuatro víctimas de emoción violenta, el Chavo Desábato asoma inobjetable. Era observador y agudo en sus horas de jugador, ya tuvo rodaje y buen ojo en la Reserva, tiene todos los exámenes aprobados en materia de Escuela y “Escuela”, con y sin mayúsculas.
Humanos al fin, nada alivia más que una fantasía perfecta llamada a disipar una realidad imperfecta.
Adiós, Milito.
Bienvenido, Chavo.