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Por Nicolás Lovaisa / Código 3000 en Redacciòn Santa Fe:

Ciento un días pasaron desde su detención en Montevideo. Sin embargo, Alberto Julio Candioti sigue en Uruguay, estirando su extradición a la Argentina, donde la Justicia lo espera para empezar a juzgar su responsabilidad en crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico militar. Mientras tanto, en
Buenos Aires, su abogado Guillermo Balaban comienza a delinear una estrategia de defensa: que por su bajo grado militar Candioti no pudo haber sido, de ninguna manera, un partícipe importante de la represión ilegal.

Un argumento liviano, que se resquebraja con las huellas que el ex dirigente de Colón y la Asociación del Fútbol Argentino, de estrecha relación con Julio Humberto Grondona, dejó en la ciudad de La Plata. Su legajo militar despeja cualquier duda: fue parte del Destacamento de Inteligencia 101 desde el 28 de diciembre de 1977 hasta el 4 de mayo de 1979. Durante mucho tiempo su tarea no fue menor: fue Jefe de la Sección Comando y Servicios entre el 9 de enero de 1978 y el 7 de abril de 1979.

¿Qué era el Destacamento de Inteligencia 101? Así lo definió el fallecido Ricardo Eugenio Campoamor, quien fue jefe del mismo entre noviembre de 1974 y el mismo mes de 1976: “Canalizaba información relacionada a la lucha antisubversiva hacia el cuerpo I y hacia la Jefatura II de Inteligencia que era el canal técnico. En algunas oportunidades tanto Marina como Policía de la Provincia pedían al Destacamento información sobre antecedentes de personas, información que el Destacamento brindaba sin reticencias”.

En ese sentido, es importante destacar cuál fue la importancia de la inteligencia durante los años de plomo: la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al confirmar las condenas del Juicio a las Juntas, sostuvo que “en fecha 24 de marzo de 1976, algunos de los procesados en su calidad de comandantes en Jefe de sus respectivas fuerzas ordenaron una manera de luchar contra la subversión terrorista”, que en primer lugar consistía en “capturar a los sospechosos de tener vínculos con la subversión, de acuerdo con los informes de inteligencia”.

El 101 tiene, además, relación con uno de los centros clandestinos de detención más emblemáticos de la dictadura genocida: La Cacha. Allí estuvo detenida Laura Carlotto. Antes de ser asesinada dio a luz a Guido, el nieto que Estela de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo, aún busca. En el período en el que Laura estuvo detenida Candioti era uno de los responsables de ese Destacamento de Inteligencia que tenía influencia directa sobre La Cacha.

Las funciones del 101

Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, el general Roberto Viola, Jefe del Estado Mayor General del Ejército, dictó la orden parcial 405/76 en la que consideraba “necesario y conveniente la centralización de la conducción y el incremento de las actividades de inteligencia”.

El Comandante del Cuerpo I del Ejército, Guillermo Suárez Mason, emitió entonces la orden de operaciones 9/77 en la que estableció la necesidad de “incrementar las actividades de inteligencia”. Esa orden recayó sobre los órganos represivos dependientes del Cuerpo I, entre ellos el Destacamento de Inteligencia 101.

Los reglamentos militares delimitaban el rol de esos órganos de inteligencia con precisión. Según el Reglamento ROP-30 5, el “personal de las unidades de inteligencia militar que opere en apoyo de las fuerzas será responsable de conducir los interrogatorios de los prisioneros de guerra en la zona de combate”. Por otro lado, el Reglamento RC-16-1 define que “el capturado es una fuente de información que debe ser aprovechada por el nivel de inteligencia” y advierte que “ningún soldado debe hacer interrogatorios al detenido, ni nadie que no esté autorizado”.

En la investigación judicial se remarca que “este ordenamiento reglamentario respecto de quiénes eran los encargados de llevar a cabo los interrogatorios tiene estricta relación con la preparación específica de los militares y civiles que formaban parte de las áreas de inteligencia. En ese sentido, la mayoría de los civiles y militares que revistaban en el Destacamento 101 tienen en su legajo las siglas AEI, que significan Aptitud Especial de Inteligencia, referencia que los sindica como capacitados para ese tipo de tareas”.

La actuación de Candioti

La estructura interna del Destacamento de Inteligencia 101 tenía un Jefe (cargo que ocupaba un coronel o un teniente coronel), un segundo Jefe (un teniente coronel o un mayor) y en un tercer lugar los jefes de sección. En ese lugar estaba Candioti, que fue Jefe de la Sección Comando y Servicios entre el 9 de enero de 1978 y el 7 de abril de 1979. Esta tercera línea tenía bajo su mando a los tenientes, subtenientes y suboficiales, y también a una parte de los civiles que provenían del temible Batallón de Inteligencia 601, que con distintas funciones “fortalecían los recursos humanos de la dependencia”.

Candioti conoce a la perfección ese Batallón: es uno de los 345 militares que reportó allí durante la dictadura, como quedó comprobado en 2010, tras la desclasificación de los documentos de ese organismo luego de 27 años de riguroso secreto.

Según la investigación judicial, a la que Código 3000 tuvo acceso, Candioti tuvo injerencia en al menos tres centros clandestinos de detención: en la Brigada de Investigaciones de San Justo, en el Pozo de Banfield y en La Cacha. De su propio legajo militar se desprende que cumplió las funciones especificadas por las siglas S1 (Personal), S2 (Inteligencia) y S3 (Operaciones).

En San Justo se precisa que “en virtud del cargo que ostentaba, Candioti debe responder en orden a los hechos que damnificaron a las víctimas que estuvieron secuestradas en la Brigada de Investigaciones de San Justo durante su período de revista”. En Banfield se lo menciona como “Responsable de las áreas de Personal e Inteligencia en la Plana Mayor (cargos S1 y S2, respectivamente, nada menos), con el grado de capitán”.

Por su parte, la investigación sobre La Cacha, aún en curso, pone de relieve la influencia del 101 sobre ese centro clandestino de detención. “Existían guardias conformadas por sus PCI (Personal Civil de Inteligencia), grupos de tareas en los que participaban PCI y miembros de la plana mayor e interrogadores del 101”, confió una fuente vinculada a la causa. Además, distintos testimonios confirman que varias víctimas de la represión ilegal estuvieron detenidas en ambos lugares.

El período en el que Candioti actuó como Jefe de la Sección Comando y Servicios del Destacamento 101 (entre el 9 de enero de 1978 y el 7 de abril de 1979) lo ubica, por su jerarquía, como uno de los hombres con poder decisión sobre La Cacha. Según pudo averiguar Código 3000, su nombre está entre esa “plana mayor” del 101 antes mencionada, puntualmente en el año 1978.

En ese centro clandestino de detención, y en ese lapso de tiempo, estuvo Laura Carlotto, hija de la actual titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto. Laura fue secuestrada en noviembre de 1977. El 26 de junio de 1978 fue trasladada a un hospital militar donde dio a luz a su hijo. La dictadura festejaba el Mundial, logrado apenas 24 horas antes.

“Durante el parto estuve engrillada a una camilla. Estaba sola en una sala, cuando se abría una puerta había un soldado uniformado ahí, o sea que debe haber sido un hospital militar. Lo disfruté cinco horas. Le puse Guido por mi papá”, le contó Laura a Alcira Ríos, abogada santafesina con quien compartió las últimas horas de su vida.

Alcira aún recuerda el llanto de Laura, cuando ya no pudo más: “Fue terrible, como que salía del corazón. Una compañera le dijo ‘calmate, calmate, no solucionamos nada así. Acordate: sobrevivir, resistir y sobrevivir’. Laura les decía que no iba a poder hacerlo: ‘¡Tengo un hijo que me quitaron y no sé dónde mierda está!”. “Ese día quedamos todos destruidos”, aseguró.

Los militares le dijeron a Laura que habían entregado a Guido a su abuela, y que ella sería liberada. El 24 de agosto le permitieron bañarse y cambiarse. Se despidió de sus compañeros de celda y cuando estuvo frente a Alcira le dijo: “De vos quiero un recuerdo”. Alcira le dio lo único que le había quedado: un corpiño negro de encaje. Esa misma noche la fusilaron: le dispararon con una Itaka, a 30 centímetros de distancia, por la espalda, y le entregaron el cuerpo a la familia.

Guido, su hijo nacido en cautiverio, tendría hoy 35 años. “Querido nieto, qué no daría para que te materialices en las mismas calles en las que te busco desde siempre. Qué no daría por darte este amor que me ahoga por tantos años de guardártelo”, escribió Estela, parte de ese colectivo de Abuelas que inició uno de los ejemplos de lucha más grandes de la humanidad.