LONDRES, Inglaterra.- La selección argentina de básquet cayó hoy, sobre el final por 81-77, frente a Rusia y se quedó sin la medalla de bronce, aunque redondeó una muy buena actuación, en lo que será la despedida de la “Generación Dorada”, en un polémico desenlace del partido por el tercer puesto de los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
De esta manera, los europeos lograron la primera presea en
este deporte desde la desintegración de la Unión Soviética, en 1991. El máximo anotador fue el ruso Aleksey Shved, la figura del encuentro, seguido por el argentino Emanuel Ginóbili con 21, uno más que Andrei Kirilenko.
Los argentinos reclamaron vehementemente una falta personal en el robo de balón que posibilitó el contrataque de la última canasta rusa, que definió el resultado cuando faltaban alrededor de 20 segundos para el final.
En el duelo había un legado en juego: Kirilenko versus Ginóbili, los dos mejores jugadores de la historia de sus países se jugaban todo para no irse con las manos vacías del que bien podía ser su último partido olímpico, un terreno en el que el argentino había brillado mucho más.
Al final, el ruso se llevó la gloria gracias a un magistral último cuarto del joven Shved, quien será su compañero la próxima temporada en los Minnesota Timberwolves de la NBA. (AFP-NA)

SIMPLEMENTE GRACIAS
Por Ariel Ibáñez del diario La Gaceta de Tucumán:
El círculo se cerró y a simple vista se puede decir que le falta el último eslabón. La medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 hubiese sido el broche de oro para una generación de basquetbolistas que escribieron la página más rica de la historia de este deporte en Argentina. La derrota contra Rusia, 81 a 77, duele. Genera una sensación de injusticia, bronca, impotencia. Este equipo liderado po Manu Ginóbili merecía subirse al podio. Por todo lo que dio, por todo lo que consiguió, por todo lo que se le escapó de las manos.

No es poco lo que hizo la Generación Dorada. Quizás sus logros adquieran mayor valor con el paso del tiempo. Cuando las figuras de Ginóbili, Scola, Nocioni y Delfino, entre otros, alcancen su verdadera dimensión. No será fácil reemplazarlos. Tal vez resulte imposible.A este grupo le sobró talento, amor por la camiseta, pasión por lo que hacen. Entregaron todo. No se guardaron nada. Y si no consiguieron más, fue porque en algún momento la suerte miró para otro lado. Un triple del rival que entra en el aro propio y otro que se niega a ingresar en el contrario; una falta no cobrada. ¿Se acuerdan de aquél final electrizante en la semifinal del Mundial 2006 contra España, con el Chapu tirando desde el sector derecho? Fue un calco del último tiro contra Rusia. Ni una ni otra entró. Cuesta entender. ¿Recuerdan la falta no cobrada en la última jugada del Mundial 2002 contra Yugoslavia que le hubiese permitido ganar el título? Lo mismo pasó en esta ocasión cuando los árbitros decidieron guardar el silbato para otro ocasión en la acción de Prigioni.

Este equipo jugó siempre al límite. Luchando cada pelota hasta el final. Defendiendo los colores con orgullo. Nunca especuló si era conveniente perder para evitar un rival más duro y encontrarse con otro al que pudiera derrotar sin complicaciones, como hacen otros. Nunca negoció por una medalla. Jamás dejó dudas. Hoy, sus rivales lucirán una presa al final de los Juegos, pero ellos se marcharán de Londres con la frente en alto.

Más allá de la amargura que genera el resultado contra Rusia, hay que ponerse de pie. Aplaudirlos. La mayor tristeza no es la derrota contra Rusia. El resultado es sólo la consecuencia de un partido. Lo que más duele es saber que posiblemente no vuelvan a jugar juntos. El círculo se cerró y aunque faltó ese último eslabón, la medalla de bronce, sólo queda decirles gracias. Simplemente gracias. LA GACETA ©