Por Marcelo Androetto en el diario tucumano La Gaceta:
BUENOS AIRES.- La chapa del empate a cero le quedó a medida al partido que River y Vélez animaron en el Monumental, a pura promesa incumplida. Con el reparto de puntos, el “millo” perdió impulso y el “fortín” se estancó de la mitad de la tabla para abajo en el torneo Final. Ramón Díaz estrenó esquema, un 4-4-2 con renuncia a la línea de tres en el fondo y al enganche, un baño de realidad del técnico después de los bajos rendimientos y el chasco en Rosario ante Newell´s. Pero lo que natura non da, Ramón non presta: nada de creación y juego asociado, puro centro. Lo mejor de River en el primer tiempo tuvo que ver con la intensidad impresa en el primer cuarto de hora y las incursiones de Leonel Vangioni por la banda izquierda. Vélez, se sabe, no cae en la tentación del pelotazo y hace de la pelota jugada al ras su religión. Pero con Federico Insúa ausente y Jonathan Copete discontinuo, pocas veces los hombres de Ricardo Gareca lograron triangular cerca del área y herir. Así, el local sumó un par de chances con un cabezazo de Vangioni y una buena subida de Diego Martínez, que salvó Sebastián Sosa. Y Marcelo Barovero se quedó con un puntazo de Insúa que casi se le cuela.
Nada o casi nada cambió al regreso del vestuario: mucha lucha, ninguna emoción. Apenas el dato de que la visita iba ganando terreno y predominio de balón en el nuevo arranque. Pero en una réplica, Carlos Sánchez fusiló a un atento Sosa, señal de que el partido estaba para cualquiera, o para ninguno.
Ramón se demoró bastante, hasta los 70′, para dos modificaciones cantadas: se fueron un David Trezeguet que casi no tocó la pelota y un Rodrigo Mora pariente lejano de aquel verdugo de Boca. Era la hora de Juan Manuel Iturbe y de Carlos Luna, pero ni uno ni otro lograron inclinar la balanza en un partido que se consumió sin historias.
Vélez dejó mejor imagen, pero es hoy un campeón despreocupado en defender su corona, orientado casi exclusivamente a la aventura de recrear su viejas glorias en la Libertadores. Y en River se viven tiempos de vacas flacas, distintas, muy distintas a las que Ramón supo pastorear en sus épocas doradas, hace casi una eternidad.