Siempre es un deleite escuchar, o leer con ” la voz interna” , imaginando que el que lo lee es Osvaldo Wehbe. El autor de esta joyita, publicada en el blog de Cadena 3 y aqui transcribimos:
En casa éramos cinco. Mamá, papá y tres hermanos varones. Encaro por estas horas mi primera Navidad sin los demás. La vida lo quiso así. El destino. Dios.
Como sea, no renuncio a esa agradable sensación de la llegada del Niño Dios a casa.
El arbolito, el pesebre, los regalos, la hora próxima a
las 12, cuando el cielo aún nublado, es capaz de reflejar todo o casi todo, lo que queremos y lo que no.
Cuando estábamos los cinco recibí la primera pelota de fútbol.¡Que alegría!.
Tendría cuatro años, un poco más. Era de cuero número 3. Porque no sé ahora, pero antes la número 5 era la oficial, pero había más chicas numeradas, para los más pequeños, ó para los torneos de baby ó papi fútbol. Hasta venían algunas con estopa o goma espuma adentro.
Habíamos dejado atrás alguna de trapo,para los recreos en el cole y las Pulpo de goma que picaban hasta el cielo. El Niño Dios me había hecho futbolista, pensaba.Tenía una pelota de cuero.
Era a gajos negros y blancos y venía acompañada por unas medias de jugar, grises con el dobladillo arriba medio azul. Eran preciosas. La pelota y las medias.
Hubo, hay y habrá en mi vida, momentos de regalos inolvidables en el arbolito.
Hay pastito juntado y un poco de agua para los Reyes Magos que hasta alguna vez me trajeron un metegol grande que parecía una cancha de verdad.
Pero aquella noche de la primera pelota fue increíble.
Se la mostraba a mi perro y a mis hermanos, y mis viejos reían por como le pegaba de derecha contra la pared del garaje.
Al otro día el balón ya giraba en el potrero enfrente a casa y detrás de ella iba un petiso que relataba sus intervenciones haciendo jugar en el barrio a Rattín, Onega, Sanfilippo y el que quisiera venir a tirar paredes. Esa mañana atajaron conmigo Roma, Amadeo y un tal Toriani que era arquero de Independiente.
Los amigos se fueron sumando y la pelota dejó de ser nueva y duró hasta que gastamos varias grasas de costeleta de mamá para lustrarla, la cosimos otras tantas a través del zapatero de la vuelta y la salvamos de algún auto cuando se fue furtivamente para la calle luego del rechazo de un Schiavi de aquel tiempo.
Por estos días, el pinito me trae el sabor del amor que me trajo siempre. Para estar con los míos de la casa paterna debo mirar al cielo y para estar más cerca de la alegría recuerdo la primera pelota de cuero. La número tres. La que me trajo el Niño Dios.
Ese tipo bueno al cual homenajeamos sólo de a ratos.