Oscar Coco Rossi fue uno de esos gambeteadores que, en la época en la que ese tipo de especie brotaba como yuyos, decidió presentar la tesis para recibirse de jugador de fútbol. Había arrancado la carrera de desairar botines rivales en Huracán, donde a fuerza de ser el más gambeteador entre los gambeteadores se metió en la primera allá por 1950, con la desviación del egoísmo y de la falta de panorama más general como obstáculos principales para
hacer de aquella capacidad innata una virtud que requería adquirir otras condiciones, en especial saber que al fútbol se juega con 11.
Volante por derecha, centrodelantero, Coco Rossi fue un fino y elegante elaborador de juego, que terminó por explotar todos sus recursos en San Lorenzo, donde se convirtió en un asistidor clave para un goleador como José Francisco Sanfilippo. Inteligente, exquisito, el recuerdo de sus jugadas memorables, con una dosis de preciosismo asombroso, relegaron la consideración sobre su notable evolución de ser un habilidoso para sí, a ser un aporte de habilidad para el funcionamiento de un equipo.
En el club de Boedo terminó siendo el eslabón que unió aquél San Lorenzo de Sanfilippo con el de los Carasucias de Doval, Veira, el nano Areán, el manco Casa. Construyó una obra con su firma (tres caños en una misma jugada, a su amigo Juan José Pizzuti) y llegó a ser decisivo para que Sanfilippo se consagrara goleador en 1961. Coco Rossi lo contó así hace algunos años: “El Nene necesitaba un gol para asegurarse el primer puesto. Hasta ese momento lo compartía con Artime. Jugábamos contra Boca, faltaba un minuto y yo llevaba la pelota desde atrás. Sanfilippo me la pedía como loco. Pero me di cuenta que estaba adelantado y le hice señas para que saliera. Cuando dio un par de pasos para atrás, se la tiré. Hizo el gol y lo fue a gritar por su parte, solo. íQué personaje!”.
Fue jugador de Selección (estuvo en el Mundial de Chile), pasó fugazmente por Racing, hizo 69 goles en los 287 partidos que disputó y pudo –como el Toscano Rendo, el Bambino Veira- recorrer las calles de Patricios y Boedo recogiendo afectos similares donde hoy predomina una confrontación que no tiene nada de folklórica.
Oscar Rossi fue una expresión de fútbol que construía su leyenda, sin saberlo, a partir de su rasgo más natural y distintivo, la gambeta, un recurso silvestre devenido casi en pieza de museo. (fuemte 11 Word Sports)