CÓRDOBA.- Talleres fue el primer en saltarse el protocolo. Salió en soledad a la cancha, no esperó a su adversario y sin querer provocó una situación extraña. Al estallido inicial de la recepción le siguió un profundo silencio. Independiente avanzó por la raya central fiel a su costumbre y el estadio acompañó la caminata sin apenas ruidos. Martín Campaña se adelantó unos pasos y solo en el momento de levantar los brazos la gente recuperó el aliento. Quizás haya sido un presagio.

Noventa minutos más tarde, esos mismos hinchas hablaban con los ojos desorbitados del hombre que vestido integramente de verde custodia la valla roja. “No se puede creer lo que atajó”; “nunca vi una cosa igual”; “hoy era imposible hacerle un gol a ese muchacho”, decían los plateístas mientras bajaban de la tribuna con el gesto compungido.

La razón, sin duda, estaba de su lado. La portentosa actuación del hombre nacido en Maldonado, Uruguay, hace algo más de 28 años, fue el pilar sobre el que se fundamentó una recuperación que Independiente necesitaba más que el agua para sostener su objetivo de clasificar para la Libertadores 2019 (había sumado un punto de los últimos nueve).

Repasemos. A los 16, cuando Talleres era dueño de la pelota, ahogaba al equipo de Ariel Holan en la salida obligándolo, Araujo y Rojas superaban por velocidad a sus marcadores y Silva pivoteaba con criterio por delante de Figal, Campaña atrapó a puro reflejo un remate que en el momento que partió del pie del propio Silva era gol para cualquiera que estuviera en el Estadio Kempes. A los 33, con el partido ya 0-1 para el Rojo, le volvió a negar el festejo a su compatriota tapándole con el pie un cabezazo picado abajo, efectuado a un par de metros de distancia. Y a los19 de la segunda etapa, con Talleres volcado en busca de la igualdad, estiró en el aire toda la extensión de sus 186 centímetros para tapar con el pie un disparo de Leonardo Godoy con claro destino de red. Una atajada más espectacular que la otra, una más clave que la anterior.

La marcha de Nicolás Tagliafico el último verano no solo le dejó a Campaña la cinta de capitán. También amplió la voz de mando y el liderazgo positivo que el arquero llegado en 2016 de la mano de Mauricio Pellegrino ya ejercía en el vestuario. Aunque callado y de perfil bajo, el número 25 fue uno de los referentes el semestre de la conquista de la Sudamericana y lo es aún más hoy, con el más que posible N° 3 de la Argentina en el Mundial ejerciendo su influencia en el Ajax.

Le marcó el camino al resto

En esas tres acciones puntuales, en varios centros despejados a puro puñetazo a pesar de la carga de los “tanques” locales (Silva, Quintana, Arias), en una tapada por anticipación al principio del partido y en el despeje de un remate lejano al final, el hombre que se adelanta para levantar los brazos y saludar le marcó la pauta a sus compañeros de cómo había que jugar en Córdoba si querían cortar la racha negativa de las últimas semanas.

Independiente edificó un triunfo que puede discutirse desde varios aspectos futbolísticos recién a partir de que los diez jugadores restantes entendieron que algo debían hacer para colaborar con la titánica resistencia de su arquero.

Trufado de habituales suplentes, el Rojo mostró una cara muy diferente a la habitual. Parsimoniosa en el avance y el cuidado de la pelota cuando lograba tenerla, contundente y hasta en algún momento ordinaria para despejar de puntín y a la tribuna cuando Talleres lo desbordaba y lo encerraba en el área, esta vez eficaz para transformar en goles sus infrecuentes llegadas. Y sobre todo, con un oficio que recordó viejos tiempos para manejar el partido e ir desactivando a un rival que fue perdiendo fuelle a medida que se frustraba.

Empujados por las manos de Campaña, Figal y Amorebieta olvidaron los yerros iniciales para sacar todo lo que caía en el área; Brítez y Silva clausuraron sus bandas; Verón y Gutiérrez taparon sus imprecisiones con un esfuerzo descomunal, y así cada jugador de camiseta roja.