Por Mariano Hamilton ( en revista Un Caño)
Lo primero que a uno se le ocurre decir es “paren la mano, muchachos”. Porque el ciudadano de a pie, con centenares de problemas más urgentes, se puede comer el caramelito y creer que Fox/Turner ganó en buena ley la licitación para la televisación del fútbol en la Argentina, pero aquellos que hemos recorrido un largo camino en el fútbol tenemos claro que la cesión de derechos estaba arreglada de antemano.
ESPN y MediaPro, tal vez por cándidos o por razones que uno desconoce, fueron las empresas que colaboraron para darle a la apertura de sobres cierto marco de decencia, pero todo lo que ocurrió antes y durante la compulsa deja absolutamente claro que Fox/Turner era el caballo del comisario (del presidente, para ser más claros) y que no había ninguna posibilidad de que la fruta cayera lejos del árbol. Y el árbol se llamó, se llama y se llamará el Grupo Clarín. Así es como, siete años después, el fútbol regresa vencido a la casita de los viejos, que no es ni más ni menos que a esa mansión gobernada por el todopoderoso Héctor Magnetto, el CEO del Grupo Clarín que siempre supo que el fútbol es un capital invalorable para su holding, tanto en lo económico como en lo que respecta al control ideológico de una sociedad muy sensible a la eficacia de los espectáculos deportivos.
La historia comenzó el jueves 4 de agosto de 2016, cuando un Peugeot 408 gris ingresó a la explanada de la Casa Rosada para depositar en el despacho presidencial a Joel Richardson (vicepresidente de Turner Brodcasting System para América Latina). En esa reunión, Richardson le informó a Macri sobre los negociaciones de Turner para comprar Telefé (finalmente no pasó) y la intención de la empresa de quedarse con el fútbol. Macri: aprobó ambas gestiones pero hizo una salvedad: para quedarse con los derechos se deberían juntar con el Grupo Clarín, que no debería aparecer como primera figura en el acuerdo sino que lo haría por intermedio de Fox, la empresa pariente de Clarín en innumerable cantidad de negocios. El deal que el Grupo no quería perder era el del cable, el pay per view o cualquier otra receta que se pudiera inventar, mucho más cuando estaba en la puerta de acordar su ingreso a los mundos de la telefonía celular (ocurrió un par de meses después gracias a las gestiones del cadete Oscar Aguad, siempre dispuesto a hacer rápido los mandados) y del 4 y 5g.
Richardson, ni lerdo ni perezoso, se juntó con la gente de Clarín/Cablevisión, empresa que posee el 75 por ciento del mercado del cable en la Argentina. Y allí se empezó a armar la ingeniería para colar los costos en los abonos y todo lo que ya sabemos que va a pasar y que podemos resumir casi con un eslogan: el que quiera ver fútbol, deberá pagar.
Mientras la AFA era un quilombo y nadie se ponía de acuerdo ni para comprar una birome, el negocio siguió avanzando bajo cuerda hasta llegar a la pantomima de la licitación, al ingreso de los dos oferentes bobos pero necesarios (ESPN y MediaPro) y a la frutilla del postre que fue esa carta de intención que reveló Un Caño en exclusiva hace una semana y que decía, con la firma de los apoderados de TSC (Televisión Satelital Codificada, es decir de otra empresa más del Grupo Clarín) que si Fox/Turner ganaba los derechos, la empresa iba a desistir del juicio que le había entablado a la AFA hace ya siete años por la rescisión del contrato de Fútbol de Primera (fue en 2009 y vencía en 2014). Si esto que narramos no es condicionar una licitación y romper la igualdad de posibilidades de cada una de las empresas, no sabemos muy bien de qué estamos hablando. Si no nos creen, por favor, lean la carta completa. Más clarita imposible.
¿Se puede enojar uno con los dirigentes de la AFA que fueron apretados como tomates para cerrar este acuerdo? Se los puede criticar, claro. Pero también hay que entenderlos. Fueron peloteados por el Poder Ejecutivo (les cortó los recursos hasta ahogarlos de una manera salvaje) y por el Grupo Clarín (no hace falta siquiera leer los editoriales que les dedicaron para tildarlos, muchas veces con razón, es cierto, de impresentables), es decir por los dos poderes más importantes que reinan en la República Argentina. Y para colmo, más allá de lo exclusivamente mediático, les decían que si nos les daban los derechos a Fox/Turner, se iba a comer un juicio de 4 mil y pico de millones de pesos. ¿Había forma se subsistir a semejante presión? No nació todavía el hombre capaz de hacerlo. Y ni que hablar del miedo que les agarró a la mayoría de los señores que se pasean por los pasillos de la AFA. En caso de no ganar Fox/Turner, el Diario Clarín, TN, Olé, TyC Sports y toda la artillería del Grupo se abatiría sobre ellos sin el mejor dejo de piedad.
Atrás quedó otra papelón, que fue el de darle 24 horas más a Fox/Turner para que ajustara los pliegos de la licitación, porque se había olvidado de hacerla refrendar por sus casas matrices. Esta situación motivó la queja de ESPN y MediaPro, pero apenas eso. A Guillermo Tabanera, el presidente de ESPN Sur, y José D’Amato, representante de MediaPro, sólo faltaba que Richardson y compañía le apagaran los cigarrillos en la cabeza. El destrato que sufrieron hubiera justificado que, al menos, retiraran las ofertas. Sólo se entiende que no lo hayan hecho si en los próximos días nos enteramos que, a modo de indemnización, reciben las migajas de uno que otro partido para emitir. Es el último eslabón de la cadena que nos falta ver para darnos cuenta de que todo fue una puesta en escena digna del mejor Durán Barba. Lo más triste es que ambos (ESPN y MediaPro) fueron los convidados de piedra a una mesa que no se hubiera podido servir en caso de que ellos no se hubieran prestado.
Ustedes se preguntarán cuánto van a pagar Fox/Turner por transmitir los partidos de fútbol. La respuesta es muy sencilla. Nada. Sólo van a ser los intermediarios de un pase de manos. Le sacarán la plata a la gente, al hincha de fútbol, y se la darán a la AFA. Y en el medio se quedarán con un montón de guita por la venta de derechos en diferentes plataformas, por publicidad y por la mar en coche. Eso sí, de ahora en más el Estado no pondrá un peso más en el fútbol y en la Argentina florecerán las escuelas, los hospitales, los centros de salud primarios, las autopistas, los programa sociales, la obra pública, se le pagará dignamente a los maestros y tantísimas otras cosas que no se podían hacer porque la plata se malgastaba en el Fútbol para Todos.
Por suerte, desde agosto, los argentinos podemos apoyar la cabeza en la almohada y dormir en paz. El país ya está en marcha. Ahora nos podemos ocupar de los problemas importantes: al ingreso de las low cost al mercado de la aviación (así Aerolíneas no gasta tanto y hacemos más escuelas y hospitales), a saldar la deuda que el Grupo Macri tiene con el Correo Argentino (más y más escuelas), a recibir la lluvia de dólares del exterior (y más), a comprar un avión presidencial en 65 millones de dólares (para no pagar charters carísimos), a poner en marcha el Ahora 12 con intereses (así bajan los precios al contado), a subir la luz, el agua, el gas (y terminar con esos putos subsidios que tanto daño le hicieron la sociedad), a, a y a. Porque hay tanto por hacer que a uno no le alcanzan los ojos para ver de qué lado vendrá el próximo escopetazo que nos dará de lleno, otra vez, en el bolsillo. ¿Y por qué no decirlo?, en el alma.