El objetivo ni siquiera era ganar, el hecho de mantener un hilo de vida para la vuelta del lunes era el fin. Puede sonar pobre, hasta conformista, pero es que hablamos del Barça; ese equipo que en el último lustro ha arrebatado cuatro títulos al Athletic. Sin pretensiones desmedidas, con altas cotas de intensidad, el Athletic no solo logró el objetivo, sino que lo superó hasta límites que nadie esperaba. Claro, también ayudado por el equipo B que alineó Luis Enrique, un borrón del potencial real que guarda. Ese que, seguro, va a sufrir el cuadro bilbaíno en la vuelta. San José, desde casi el centro del campo, y Aduriz, con tres goles, marcan el camino hacia el primer título en tres décadas tras una noche gloriosa en San Mamés.Un triunfo de otro tiempo.
Valverde había anunciado insistencia para el choque de hoy, pero darse de cabezazos contra el mismo muro no parecía la idea más lúcida. Para sacar tajada ante el indiscutible todopoderoso de la última década, la fórmula que más se acerca a la ganadora es aquella que guarda dosis titánicas de entrega. Así saltó ayer el equipo de Valverde, con ese plus de nervio, esa sobreexcitación necesaria para acercarse al nivel competitivo del rival. Estuvo más metido en el partido que el Barça, ya es decir. También contribuyó, mucho, que Luis Enrique optara por sus menos habituales. El doble duelo concede un favor, un respiro que el Athletic tomó con gusto y que ahora se envenena para los catalanes.
La obsesión por Messi que ha atormentado a los jugadores rojiblancos este verano parece no haber caído en saco roto. En la primera parte el astro estuvo desaparecido; mejor dicho, borrado, y es que sin marcaje individual pero con ayudas inteligentes parece que todo marcha como la seda. En la primera parte solo disparó una vez a puerta, al filo del descanso en la única falta que la zaga rojiblanca concedió al borde del área. Iraizoz voló a la escuadra para sacar un balón muy colocado pero blando. 45 minutos de vacío, una gran noticia para los bilbaínos, que al cuarto de hora vivieron su mejor racha del duelo. Hasta le quitaron el balón a un centro del campo blaugrana de circunstancias. Sergi Roberto, Mascherano y Rafinha.
En ese tramo impetuoso de robos adelantados y córners que se sucedían, llegó el gol de San José. Ter Stegen, con todo el tiempo del mundo, despejó sin contundencia y hacia el centro. Justo como en el colegio te enseñan a no hacer. San José controló en el rosco de la medular, apenas levantó la cabeza, y fabricó un golpeo precioso que entró por la escuadra. En el plano individual el primer goleador y Beñat destacaron sobre todos sus compañeros. Concienciados a la hora de cubrir líneas de pase y acertados cuando tocaba repartir.
En la segunda mitad el Athletic volvió a saltar al césped con brío, pero Luis Enrique había entonado su afonía en el descanso. Pelos de punta que se tradujeron en el larguero de Pedro, a pase de Laporte, y el disparo seguido de Messi. Claro que el cuadro bilbaíno no cedía, no se amilanaba. Al fin, mostraba carácter en una final. Y por ahí pareció, con el hambre de quien debuta en San Mamés, Sabin Merino para desmontar al mejor lateral derecho del mundo –hoy no lo fue–, sacar la zurda, y enseñar cómo se pone un centro. Y claro, Aduriz ve un caramelo y despierta de su letargo. El segundo.
El Barça quiso ponerse serio, y entró Rakitic por Sergi Roberto. Tarde. Muy tarde. Aduriz había probado su miel, el gol, y quería más. En otro desajuste defensivo del Barça, Adriano primero y Dani Alvés después pusieron la alfombra hacia el tercero. Eraso le deja empujarla a Aduriz. Y luego, otra vez Dani Alves, un aliado fabuloso, hizo un penalti sobre Etxeita, de los que no se pitan, y Aduriz marcó su tercero y el cuarto para los rojiblancos. Los últimos minutos fueron de descontrol, de idas y venidas, y dieron lugar a una gran noticia. Ya nada se movió. Por muchos pellizcos que se dieran, el 4-0 no se movió.
Llegó el Barça con la intención de dejar la final encarrilada y ahora se encuentra con cuatro goles que remontar. Una relajación que puede costarles el ‘sextete’ que perseguían. Una lástima. La vuelta del lunes promete un clima asfixiante. 90 minutos de miedo, de mirar al reloj con mala cara. Es que son 30 años sin ganar nada. El sufrimiento, el pasado y el que viene, se merece ya una recompensa