En el diario Perfil del 25 de abril de 2015. por Nicolás Rotnitzky

“La información sobre cuánto ganan los jugadores en el fútbol argentino se guarda bajo siete llaves. “Es por cuestiones de seguridad, de cultura”, apunta un dirigente. Las cifras son tan reservadas que, en la mayoría de los clubes, los integrantes de Comisión Directiva desconocen cuánto cobra cada profesional de su plantel. El monto del contrato se cierra entre cuatro partes: presidente, tesorero, representante y jugador. Y ese número no sale de esa mesa chica.

Para facilitarle el acceso a la información al resto de los dirigentes, César Francis, vocal por la oposición en San Lorenzo, presentó un proyecto en AFA. La propuesta pide que todos los contratos se aprueben por Comisión Directiva. De esta forma, amén de poder evitar manejos exagerados, la información sería pública para todos los directivos. En AFA todavía no discutieron el tema.

Con respecto a la forma de pago, hay una premisa universal: nadie paga en dólar billete. Los contratos, eso sí, se hacen en dólares. Se abona a dólar oficial con un tope: generalmente, 15 por ciento más del valor de la moneda norteamericana al momento de la firma. Andrés Ballota, tesorero de River, dice que el club “está pesificando todas las renovaciones”. Otras instituciones, ante la inestabilidad que puede generar una suba del dólar, siguen el mismo camino.

Los dirigentes son los grandes responsables de firmar altísimas cifras.

En cuanto a los montos totales de los contratos —primas mas sueldo—, Daniel Osvaldo es el mejor pago del fútbol argentino, con U$S 1.000.000 por su corta estadía. Lo siguen sus compañeros Fernando Gago y Agustín Orion y Teófilo Gutiérrez, que cobran la misma cifra por el doble de tiempo. Eso marca quién tiene la billetera más gorda: Boca invierte más que River, que con la administración D’Onofrio bajó los topes salariales del plantel.

Después, hay que dividir a los demás profesionales en tres grandes categorías: figuras, buenos pero no estrellas y primeros contratos.

Un hombre de jerarquía —Federico Mancuello, Sebastián Saja, Walter Erviti— va de U$S 500.000 a U$S 700.000 anuales. Los de la segunda categoría —Ezequiel Cerruti, Lucas Licht— rondan entre U$S 250.000 y U$S 300.000. Un juvenil que firma su primer contrato en uno de los diez clubes recién ascendidos, en cambio, arregla por $20.000 mensuales; cerca de U$S 28.000 anuales. El sueldo básico, por convenio, es de $10.100.

La brecha es enorme: el mejor pago del fútbol argentino gana 72 veces más que un joven que consiguió su primer contrato profesional.

Números abultados que nunca cierran.

Que pague el que sigue. De todos modos, los clubes están fundidos. Pagan más de lo que pueden. Y sobre eso, todas las miradas consultadas desembocan en el mismo mar: los dirigentes son los grandes responsables de firmar altísimas cifras. Un representante asegura: “A veces manejan el club como hinchas, no miden sus decisiones y se confunden”. En Agremiados coinciden: “Gastan más de lo que les ingresa. Pero es tema de ellos: firmen lo que le firmen a los jugadores, los contratos se respetan y se pagan”.

Ballota comparte la responsabilidad de las cúpulas, pero ve “una renovación dirigencial importante en muchos clubes que está profesionalizando ciertas gestiones, y el manejo de algunas variables, como las finanzas y el marketing”.

Si bien el recambio en las cabezas de los clubes es positivo, el desmadre en los números continúa. “Papá AFA” salió a tapar agujeros dos veces en el último par de años: abonó los sueldos de todos los equipos de Primera en marzo y abril del 2013; y agosto y septiembre del 2014. Todo, por supuesto, “a cobrar”: no fue un regalo, sino un préstamo de camiones de bomberos para apagar el incendio.

Cuestiones culturales y gambetas impositivas al margen, el fútbol argentino sería más creíble si copiara a la Major League Soccer de Estados Unidos, la única liga del mundo que, año a año, publica los salarios de sus jugadores. Todo limpio, sin nada debajo de la alfombra. Sin lugar para las sospechas y los tabúes.”

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil