Julio Humberto Grondona asumió el cargo de presidente de la AFA en 1979. Desde el 2000, como mínimo, ante la consulta periodistica, de, “Cuàndo piensa retirarse ?”, respondia, primero ” Y, hasta que los clubes me sigan eligiendo”, para, años más tarde, ya seguro que nadie se le oponìa, y con el poder en sus manos, lanzaba el conocido: ” e van a sacar de la AFA con los pies para adelante”.
No hay artículos escritos por un gran profesional del peridoismo de las letras, como Ezequiel Fernandez Moores que no sea recomendable. Cuando alguien dice “LEíste lo que escribió Ezequiel?”, voy corriendo a leerlo, porque todo lo que él publica o dice es “bueno”.
Aquí, lo que hoy redactó para la sección deportes del diario La Nación, bajo el título: “AMANTE DEL PODER”
“¿Por qué no me ponés también la gorra de militar?” Julio Grondona me llama enojado en 1984 a la agencia DyN. Le respondo que a él, como decían los informes, lo habían elegido los clubes. Pero al almirante Carlos Lacoste, que todavía seguía dentro del fútbol, lo habían puesto los militares.
En 1986, dos meses antes del Mundial, publicamos que “un importante miembro del
Comité Ejecutivo de la AFA” se aprestaba a pedir la renuncia de Carlos Bilardo, en línea con presiones del gobierno radical. La fuente, Grondona nunca lo supo, era Hugo Santilli, su vicepresidente. Apenas después del 3-2 ante Alemania, Grondona pasa a las corridas por la sala de prensa del Azteca. Me hace un gesto más que popular: mete el índice de su mano derecha en una argolla que arma con el índice y pulgar de la izquierda. Lo mueve una y otra vez.
Los cruces, inevitables (cada uno hacía su trabajo), fueron muchos. En 1998, en medio de un cóctel en la embajada francesa, me gritó por otra nota de “esa revista de mierda, punto y coma”. La revista se llamaba tres puntos. “Elijan -decía en la AFA- arroz con pollo o pollo con arroz”. Y, como El Padrino, le dio de comer a casi todos. Pagó el fútbol, no él. Se ganaron títulos sí. Y hasta casi se gana en Brasil. El día a día sigue siendo mucho más oscuro: arreglos, violencia y deudas.
Ahora es 2010. Escribo en la confitería del hotel FIFA, sobre la mezcla de justicia y obscenidad del Mundial en áfrica. Siento que por detrás mío alguien lee el texto. Es Grondona. Se enoja, como siempre. Llamo a “Freedom”, el mozo. Le pido que le cuente al señor, “que es vicepresidente de la FIFA”, por qué su padre, exiliado en Zimbabwe por el apartheid, decidió llamarlo Libertad. “Porque algún día volverás a una Sudáfrica libre”. Grondona agradece con ojos vidriosos.
Vivo o ingenuo, intimidante o bonachón, grosero o respetuoso, siempre según lo aconsejara el momento, Grondona jugó con el poder de turno. Militar, radical o peronista. Clubes grandes o clubes chicos. Clarín o Kirchner
La AFA rechaza mi acreditación para el último Mundial. “Y.lo mejor -me responden- es llamarlo a Don Julio”. “¿Y qué medio es ese Ezequiel?”, me contesta Grondona, acaso fingiendo ingenuidad, cuando le pregunto por qué la AFA había rechazado mi acreditación como periodista “freelance”.
Vivo o ingenuo, intimidante o bonachón, grosero o respetuoso, siempre según lo aconsejara el momento, Grondona jugó con el poder de turno. Militar, radical o peronista. Clubes grandes o clubes chicos. Clarín o Kirchner. Así permaneció 35 años en la AFA y toda una vida en el fútbol: aspiró a debutar en primera, jugó a ser director técnico, fundó un club, presidió otro. Así hasta ser “vicepresidente del mundo”. Y no fue presidente FIFA porque en 2002, cuando le ofrecieron el trono, eligió permanecer leal a Joseph Blatter.
Fue tan leal que Blatter, igual que antes João Havelange, amenazó con sanciones cada vez que el poder político amagó sacarlo. Tan leal que con Blatter, ambos millonarios, sobrevivieron juntos a la filtración de cuentas suizas que derrumbaron a otros. Las que se filtraron sobre él no eran reales, le respondieron dos bancos a un diputado suizo que me envió los informes. “No digo que no haya, pero estas -me contestó- no son”. Sin inglés, pero con mucho potrero, Grondona siempre supo dónde estaba el poder. Su pelota favorita.
EL CAUDILLO INTOCABLE ( por la agencia alemana de noticias DPA, en un cable con su corresponsalía en la Argentina)
Sin firma de periodista visible, una interesante descirpción de la vida del Grondona dirigente:
Dpa. Buenos Aires 30/07/14 – 20:43.
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Decisión, audacia, mano de hierro y una inusual habilidad para moverse como nadie en el opaco mundo de alianzas y traiciones de la FIFA convirtieron al argentino Julio Grondona en uno de los hombres más poderosos del fútbol.
‘Don Julio’, como se conocía al dirigente en su país, murió a los 82 años de un ataque cardiaco cuando aún estaba sentado en el trono de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y era vicepresidente primero del ente rector del fútbol mundial, donde ocupaba el influyente cargo de jefe de la comisión de finanzas.
“Cuando deje la FIFA será para ir al cementerio”, dijo a dpa Grondona en el congreso del organismo en Sao Paulo, justo antes de empezar en junio el Mundial de fútbol de Brasil.
La frase, pronunciada entre continuas negativas a hablar sobre los temas polémicos, fue no sólo una declaración de intenciones, sino también la descripción de una vida dedicada a ejercer el poder.
Grondona fue una de las figuras emblemáticas de esa generación de dirigentes que convirtieron el fútbol en un fenómeno social sin parangón y en una máquina imparable de hacer dinero, pero que al mismo tiempo contribuyeron a la destrucción de la imagen de la FIFA, envuelta en casos de corrupción y venalidad.
Harto de los malos titulares, el argentino evitó el contacto con la prensa en sus últimos años de vida, en los que no obstante siempre se mantuvo firme al frente de sus cargos en el fútbol, donde pocos se atrevían a llevarle la contraria.
Grondona se consideró siempre un hombre hecho a sí mismo. Dueño de una ferretería en Avellaneda, al sur de Buenos Aires, el argentino se acercó pronto al mundo del fútbol, su gran pasión, fundando junto a otros dirigentes el club Arsenal, en cuya presidencia estuvo casi 20 años.
‘Don Julio’ se puso en 1976 al frente de Independiente, pero en 1979, tras la victoria albiceleste un año antes en el Mundial de Argentina, se hizo con el mando de la AFA, que ya no soltaría hasta su muerte, 35 años después.
Quince presidentes de la república pasaron por la Casa Rosada mientras Grondona fue jefe del fútbol argentino: llegó al puesto con la dictadura militar en el gobierno y murió con la peronista Cristina Kirchner en el poder. Con todos supo convivir y crecer.
Hasta su llegada, los presidentes de la AFA duraban poco en el cargo porque tenían que compaginarlo con sus trabajos. Él supo hacer del fútbol una herramienta a través de la cual influir. Todo gira en Argentina a través de la AFA, encargada de negociar y repartir entre los clubes los ingresos por televisión.
En paralelo, el dirigente construyó una carrera de éxito en la FIFA, donde siempre fue un aliado fiel del presidente Joseph Blatter y a cuyo comité ejecutivo llegó en 1988. Al frente de las comisión de finanzas, aprovechó la explosión comercial del fútbol para llenar de dinero las cuentas suizas del organismo y disputar el poder a la vieja Europa.
“Antes de llegar yo a la comisión de finanzas, estaban ellos, los que ahora piden transparencia. La cuenta estaba a -11 millones. Ahora yo la tengo a +1.000 millones. Un argentino, sin hablar inglés”, dijo en una entrevista con dpa en 2011.
“Hemos repartido el dinero por todo el mundo. Yo practico el socialismo con plata, que es lo que me gusta. No el socialismo sin nada, que no sirve”, insistió.
Eran los tiempos en los que las acusaciones de corrupción y sobornos llovían sobre la FIFA y sus dirigentes, que un año antes habían elegido a Rusia y Qatar para organizar los Mundiales de 2018 y 2022.
“Voté por Qatar, sí. Porque si le daba el voto a Estados Unidos era como dárselo a Inglaterra. Y eso no”, confesó entonces. “Hace unos meses dijeron que me habían dado 78 millones. Aún estamos mi mujer y yo contándolos”, ironizó el argentino.
La muerte en 2012 de Nélida Pariani, a la que conoció cuando tenía 14 años y con la que tuvo sus tres hijos -Liliana, Julio y Humberto-, afectó no sólo emocional, sino también físicamente a un Grondona que en los últimos dos años sufrió una decadencia apreciable, pese a que siguió viajando por medio mundo.
Hace poco más de dos semanas, Argentina estuvo a punto de ganar en Río de Janeiro el tercer título mundial de su historia y el segundo bajo Grondona, pero un gol en la prórroga del alemán Mario Götze lo impidió.
El jefe de la AFA no pudo ver a Lionel Messi, el segundo de los dos genios argentinos con los que convivió, levantar la Copa del Mundo. Sí lo hizo en México 1986 con Diego Maradona, el ídolo popular con el que tuvo una relación de amor-odio.
“No le hablés de Maradona”, dijo a dpa la mujer de Grondona un año después del Mundial de Sudáfrica 2010, cuando la decisión del dirigente de darle el mando de la selección al ex futbolista terminó con una desastrosa derrota por 4-0 ante Alemania en cuartos de final.
Antes, el ’10’ ya había puesto en un compromiso la carrera de Grondona en la FIFA, cuando el dirigente decidió retirar al jugador del Mundial de Estados Unidos 1994 tras dar positivo por efedrina.
Hace unas semanas, en Brasil, el presidente de la AFA calificó a Maradona de “mufa” (persona que trae mala suerte) después de un partido de Argentina en el Mundial. “Pobre estúpido”, le respondió el ex jugador. “Quiero decirle a Grondona que lo que tengo puesto me lo gané trabajando, lo que tiene puesto él se lo compró con la FIFA”.
‘Don Julio’, cuyo estilo caudillista ahogaba la disidencia, deja un enorme vacío de poder en un fútbol argentino que deberá enfrentarse al misterio de vivir sin Grondona.
EL PADRINO DEL FÚTBOL ARGENTINO, es el titulo del cable de la agencia francesa, France Press escrito por JUAN MABROMATA (AFP)
Julio Grondona fue durante 35 años uno de los personajes más poderosos y odiados de Argentina: su muerte ayer opacó incluso la expectación ante la posible cesación de pagos del país. Criticado en privado, y a veces en público, por todos los Gobiernos de la democracia, logró sobrevivir a cada uno de ellos (salvo al segundo de Cristina Kirchner, por culpa de un aneurisma de aorta) en un ejercicio de habilidades políticas subterráneas que le granjeó el apodo de El Padrino y confirió una aureola de secretismo cuasimafioso a su actividad como dirigente deportivo. Era bien sabido que no había contrato televisivo o patrocinio que se cerrase sin el visto bueno de Don Julio, como era principalmente conocido.
La permanencia de Grondona al frente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) en un país obsesivamente balompédico era desde hace muchos años materia habitual de conversación en asados y tertulias. Ni el desprecio popular, ni las críticas de la prensa, ni las continuas sombras de corruptelas: solo la muerte pudo con un exferretero del conurbano bonaerense nacido en Avellaneda (1931) que fundó el club Arsenal de Sarandí en 1957, presidió Independiente de Avellaneda (uno de los cinco grandes) entre 1976 y 1979 y maniobró hasta convertirse en vicepresidente de la FIFA desde 1988, colocar a sus dos hijos en posiciones destacadas del balompié nacional y librarse sistemáticamente de las acusaciones que le salpicarían después de que en 1979, en plena dictadura militar argentina, solo un año después de la conquista del Mundial jugado en casa, fuese nombrado máximo dirigente del fútbol por el vicealmirante represor Carlos Lacoste.
“Muy triste por la pérdida de un gran amigo”, escribió en Twitter nada más conocerse la noticia el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, a quien le unía una estrecha relación puesta en entredicho nuevamente por las recientes acusaciones de sobornos recibidos por la AFA a cambio del voto de Grondona para la cuestionada celebración del Mundial 2022 en Qatar. Su carrera estuvo siempre acompañada por la polémica, ya desde 1969, cuando siendo presidente de su Arsenal fue suspendido por un año tras agredir a un árbitro. Siempre atento a los detalles y poco amigo de la exposición pública innecesaria, frecuentó sin embargo declaraciones altisonantes. En 2003, a preguntas de un periodista, afirmó que “los judíos no llegan a ser árbitros de primera división porque no les gustan las cosas difíciles”, lo que le valió un procedimiento penal finalmente archivado.
No abundarán probablemente los elogios cariñosos hoy en la prensa hacia un hombre que presidió el lento pero inexorable declive de un fútbol local otrora legendario, progresivamente vaciado de talento por el derrumbe económico de 2001, pero que es además hoy uno de los máximos ejemplos continentales de gestión ineficaz, corrupta e inestable, sazonada por un ecosistema de violencia controlado por poderosos grupos de barrabravas vinculados a los dirigentes. En Argentina está prohibido desde hace un año el ingreso de hinchas visitantes en los estadios cada domingo. En los últimos 35 años han fallecido más de 150 aficionados en hechos violentos directamente relacionados con el fútbol. Los clubes de Primera argentina, que ha rozado la quiebra en más de una ocasión, suman más de 200 millones de euros de deuda.
Fue elegido no obstante seis veces presidente por los clubes argentinos, y entre sus méritos cabe mencionar el papel estelar concedido a la selección, cuyas categorías inferiores consiguieron numerosos campeonatos mundiales bajo la batuta de José Pékerman, la renovación de las instalaciones de Ezeiza, donde se concentra la escuadra nacional (entre las mejores del mundo) y su habilidad para moverse por los más altos despachos del fútbol internacional “defendiendo”, como solía repetir, “los intereses del fútbol argentino”.
En 2009 Grondona pactó con el Gobierno de Cristina Kirchner la estatalización de la transmisión de todos los partidos de la Liga, el llamado “fútbol para todos”, rompiendo un contrato televisivo de 20 años con la productora Torneos y Competencia, que en 1994 había sumado como socio al principal grupo de medios de comunicación de Argentina, Clarín, bestia negra del kirchnerismo. La jugada le devolvió el favor presidencial y le permitió continuar con sus en ocasiones bruscas modificaciones del sistema de competición. Su última criatura, que deja para la posteridad, es una Liga de 30 equipos (inédita en Europa) con un solo partido entre ellos, salvo en los casos de derbis tradicionales (Boca-River o Rosario Central-Newell’s). El formato fue refrendado unánimemente a pesar de la falta de justificación de sus motivos. Muy pocos dirigentes se atrevían a discrepar en solitario o en público de Don Julio. Con el paso de los años creció tanto su poder como su impopularidad. “En los 32 años que tengo en AFA he tenido más denuncias que Al Capone, y jamás tuve una sanción por esas denuncias”, declaraba hace pocos años.
Su célebre anillo dorado, conocido en todo el país, llevaba inscrita la frase “Todo pasa”. Solo se lo quitó el año pasado, después de la muerte de Nélida Pariani, su esposa y compañera de toda la vida. Había visto pasar presidentes, Gobiernos, entrenadores, futbolistas, querellas y campeonatos de toda especie. “Los problemas del trabajo, del fútbol, la actividad, todo pasa… Pero hay cosas que no”, dijo escuetamente en el peor momento de su vida.