Impactante. Rompiendo todos los rècords. Alemania lo bailó; lo aniquiló a Brasil en la Primera semifinal, y en le mismísimo Mineirao. El 7 a 1 exime de mayores comentarios, si además se aclara que

Brasil terminó con 11 hombres en cancha, Que a los 24′ ya perdía. 4-0 y a los 30′ 5 – 0
“explicar lo inexplicable es imposible. Alemania hace 6 a?os que juegan juntos.” ( el capitãn Julio Cèsar)
“Ni ellos pueden explicar lo que PASÓ. En pocos minutos hicieron 3 goles. no estuvimos retrasados. horrible el resultado, pero de 2002 Acà es la tercera derrota. No estamos de ninguna manera en deuda, Todos PERDIMOS y en todo caso, la culpa es Mia. Soy el responsable del armado de la táctica, de la ELECCIÓN de plantel. Queda un juego, El såbado por el tercer puesto. Este es un camino, Hay muchos jugadores quizas 15 de los 23 jóvenes estén en el pròximo Mundial. No pude tocar ni cambiar nada..24.26,28 los goles. Uno tras otro. acertaron todo lo que hicieron. cuando la gente esta en pãnico, no hay forma. Ahora tengo que trabajar para tener un buen resultado el sábado. No me arregké to de haber dicho que la obligación con la Copa en casa era jugar la final.No tengo ningun tipo de arrepentimiento, con Neymar podia pasar igual ?l no tenia como defender ” ( Felipe Scolari)
Pudo ser 8 – 0 si Ozil no calculaba mal, y en la contra llegö el descuento, de Oscar, porque no se puede hablar de “gol del honor”.
A los de LOW les salieron todas: con toques, triangulationes, gran tarea de todos los jugadores alemanes; incluyendo a su arquero. Impecable.
Ya, sin dudas, es el mejor equipo del Mundial. Es el “campeön moral”. Tendrà que refrendarlo el domingo a las16.00 . Ante Argentina o ante Holanda.
A Alemania, no le saldrã todo bien de nuevo. O si ?

Què publicó AS de Madrid ?

Una Humillación Histórica
Nélson Rodrígues definió el Maracanazo como “la Hiroshima de Brasil”. A toda Hiroshima, le sigue un Nagasaki. Alemania hizo lo que parecía imposible. Dejar el desastre del 50 en una anécdota ejecutando a base de un fútbol inalcanzable para los de Scolari la peor hora y media que jamás vivió Brasil. La humillación que le infligió Alemania a Brasil en su propia casa dejará marcada a una generación y puede que le abra los ojos a un país que pagó carísima la traición que cometió contra su propia esencia futbolística.

A base de un fútbol rápido y articulado en torno al balón Alemania destrozó sin miramientos a una selección que únicamente tenía de Brasil el uniforme. El castigo fue escandaloso ante la incredulidad de un Mineirao que pasará a la historia del fútbol brasileño como el mausoleo de una manera de jugar mientras que para Alemania supondrá el zenit de su historia futbolística, que no es precisamente corta.

Desolado, el público tardó 23 minutos en empezar a llorar y a la media hora ya se formaban aglomeraciones en las puertas de salida del estadio. La gente no quería ver lo que estaba pasando. De la incredulidad se pasó a la vergüenza.

A medida que caían los goles alemanes, el equipo de Scolari se descomponía más y más. De nada sirvió toda la parafernalia de evocación de los ausentes orquestada desde todas las plataformas. Las caretas de Neymar, las llamadas hiperbólicas a la unión del país frente a las adversidades, el canto del himno, la camiseta del ’10’ sostenida por Julio César y David Luiz. Todo a la basura en media hora de pesadilla.

Tanto añorar a Neymar y por donde de verdad empezó la inundación fue por el boquete que dejó la ausencia de Thiago Silva. Puede que la presencia del capitán tampoco hubiera evitado el desastre, pero la hemorragia empezó por ahí. Al primer saque de esquina que botó Kross, la pelota sobrepasó las cabezas de la defensa y cayó mansa a los pies de Müller, que inauguró la carnicería.

Brasil perdió el norte. Los aguerridos chicos de Scolari, tan bien atendidos psicológicamente, se vinieron abajo de manera trágica. A los 23 minutos, Klose, tras una jugada en la que Brasil ni olió el balón marcaba su gol número 16 en la historia de los mundiales desbancando así a Ronaldo. Otra humillación más.

Ese gol desató la peor de los escenarios jamás imaginados por un brasileño. En tres minutos les cayeron tres goles más, el quinto fue especialmente sangrante, pues llegó tras perder la pelota en el saque de centro. Kross y Khedira eran los dueños absolutos del partido.

Con 0-5 en media hora, la historia estaba ya escrita. Lo que siguió fue el ensañamiento del público, especialmente contra Fred, y el recital de Neuer que en la segunda parte le negó a Brasil el consuelo de un gol antes de que Schürrrle con dos goles más, le quitase la careta a un Scolari marcado para siempre.
Marca tituló: ETERNA DESHONRA y este artículo:

Tenía razón Luiz Felipe Scolari cuando hablaba de un ‘complot’ de la FIFA para evitar que Brasil levantara esta Copa del Mundo. Eso sí, se olvidó de decir que el ‘maléfico plan’ pasaba por enfrentarles con Alemania, que sólo tuvo que jugar al fútbol como sabe para infligir una derrota tan humillante que no se recuerda nada igual en la historia del fútbol.

0-5 a la media hora de partido y caras de incredulidad en un Mineirao que en esos momentos era lo más parecido a un platillo volante, porque alemanes y brasileños parecían marcianos en un escenario absolutamente irreal.

Claro está que para que pase un cataclismo de esta magnitud hace falta que converjan muchos elementos. Las cosas, al menos eso nos dice la ciencia, no pasan por casualidad. Los dinosaurios no se extinguieron en una mala tarde, lo mismo que esta Brasil de Scolari no ha sufrido una humillación de tal calibre por las simples ausencias de Neymar y Thiago Silva, que siendo importantes no explican por sí solas este descalabro mayestático.

Brasil, la peor Brasil que uno recuerda, se había traicionado en pos de un sueño, ganar una Copa del Mundo que el fútbol le debía desde aquel fatídico ‘Maracanazo’ de 1950. Esa al menos era la impresión generalizada en el país del fútbol, la nación que había elevado este deporte a la categoría de arte.

La traición, huelga decir, consistió en despreciar el juego y apostar por el resultado, como si ambas cosas no fueran de la mano. Su plan pasaba por defender con uñas y dientes, sostenido por una gran pareja de centrales, y dejar que Neymar hiciera el resto, como antes lo habían hecho gente de la envergadura de Pelé, Romario o Ronaldo.

Ninguno de los tres, por cierto, jugó en la Brasil del 82, esa selección que ni siquiera alcanzó las semifinales pero que pasó a los anales del fútbol por su maravilloso virtuosismo. Esta en cambio sólo dejará dolor y pesar, porque el golpe es tan contundente que no habrá forma de digerirlo.

Ríanse ustedes del ‘Maracanazo’, que pasa ahora a ser casi una mera anécdota. La conclusión es sencilla: Brasil tendrá que reinventarse y volver a los orígenes si quiere recuperar el respeto de sus aficionados y los del mundo entero.

El otro elemento en juego en este capítulo inaudito de la historia del deporte rey es Alemania. El fútbol de Alemania, para ser más exactos. Esa Alemania que se miró en España -por qué no decirlo si es verdad- para recuperar los cetros europeo y mundial.

El catálogo de tiralíneas desplegado por los germanos acabó por desesperar a una ‘Canarinha’ superada por las circunstancias. Sólo así se explica que llegasen hasta cuatro goles en seis minutos de frenesí futbolístico teutón. Antes había marcado Müller en un córner muy mal defendido por los anfitriones pero el cataclismo definitivo se gestó en esos seis minutos que ya forman parte de la historia más gloriosa del ‘Mannschaft’.

La segunda parte, con Brasil tirando de orgullo en los minutos iniciales y Neuer multiplicándose para atajar sendos disparos de Óscar y Paulinho, acabó por certificar el desastre, pues llegaron dos nuevos tantos de Schürrle.

Y pudo llegar un octavo, pero Özil no estuvo fino en la definición y, de paso, propició un contragolpe en el que llegó el único tanto brasileño de la noche, obra de Óscar cuando el reloj indicaba los 90 minutos reglamentarios.

El 1-7 final es un aviso en toda regla, un aviso para aquellos que prefieren los atajos en vez del esfuerzo sostenido que exige el respeto por la pelota. Alemania lo entendió a tiempo y está de vuelta en una gran final. Ahora falta saber qué camino coge Brasil.

El diario El Pais de España:
El Maracanazo fue una broma

El fútbol nunca será lo mismo desde una noche en Belo Horizonte en la que se produjo el mayor cataclismo desde que rueda la pelota hace más de un siglo. Jamás hubo nada igual, ni parecido. El Maracanazo fue una broma al lado del 1-7 encajado por Brasil ante una Alemania que le hizo morir de una sobredosis de realidad, que le dejó una tacha de por vida por su empeño en dar la espalda a una pelota que siempre fue el mayor motivo de orgullo de sus gentes. Brasil quiso ser lo nunca fue y acabó por dejar a todo un país en estado de shock, petrificado, sin latidos.

Lo vivido por Brasil 64 años después del Maracanazo fue aún más mortificante. Un trauma de por vida de tal magnitud que aquella afrenta con Uruguay ya no tendrá ninguna relevancia. Desde la marabunta alemana en Belo Horizonte resultará un traspié cualquiera, una chiquillada por mucha liturgia que tuviera. A lo de Belo Horizonte será difícil ponerle letra, necesitará guionistas de primera y un pelotón de psicólogos, psiquiatras, sociólogos y cuantos se quieran sumar a una cátedra que promete. El ultraje de Alemania dejó estremecido a todo Brasil, que esta vez tiene a muchos Barbosas a los que condenar por un cataclismo histórico, con Luiz Felipe Scolari y muchos de sus dirigentes a la cabeza. Mucho tendrá que ganar para que en algún siglo venidero la torcida encuentre consuelo. La Canarinha no perdió una semifinal, padeció un calvario descomunal, una hecatombe en toda regla. Perder es otra cosa.

Hace tiempo que Brasil le fue infiel a la pelota y Alemania, su nuevo mecenas, se lo hizo pagar con una saña desconocida en la historia de los Mundiales. Un partido imperecedero, de los incunables, y de los que dejan secuelas de proporciones inimaginables. Si alguien encuentra alivio en Brasil, quizá el fútbol canarinho recupere sus orígenes y espante de una vez a los que han fumigado su esencia para ponerse una armadura que no le iba y que en nada garantizaba el éxito. Un destiñe absoluto e incomprensible en una selección que fue más que ninguna una oda a la felicidad de este juego. El Brasil de hoy no es un equipo de fantasía, sino una brigada de centuriones con más propaganda que atributos. Scolari se empecinó en repetir lo de 2002, olvidando que Ronaldo, Ronaldinho y Rivaldo no eran precisamente unos piernas. El modelo era inimitable, con Fred, Jo, Hulk y unos cuantos luizgustavos, futbolistas de acompañamiento en una Liga sin mucho segundo pedigrí. Al fútbol no quiso jugar otro que Neymar, ayer ausente como el capitán Thiago Silva, uno por lesión y otro por sanción. Con el drama visto, ni a ellos puede apelar Brasil como coartada.

Sobre un ring, el duelo hubiera sido calificado de una carnicería. A Brasil le duró la combustión —el himno como una haka maorí— y todo tipo de gestos inflamables, lo que tardó Müller en noquear a la defensa doméstica en el primer córner a favor de los visitantes. Müller, que ya suma cinco tantos, remató al borde del área pequeña, como si estuviera entre monaguillos. Nadie le hizo ni cosquillas. El gol fue una sacudida para Brasil, pero cuando Klose hizo el segundo todo el equipo se desmoronó de forma calamitosa. Dos minutos después llegó el tercero, de Kroos. Si su remate fue prodigioso, la jugada, con seis toques de violín sucesivos, fue museística. El equipo de Löw era una sinfonía.

Müller y Özil celebran un gol ante Julio César. / BALLESTEROS (EFE)
En 20 minutos, Alemania ejecutó un escarnio brutal. Kroos parecía Gerson, Khedira, inmenso, era Pelé o quien se propusiera, y Müller se había clonado en Garrincha. Los alemanes daban palique a la pelota de forma vertiginosa, con surcos continuos en el balcón del área de Julio César. No había brasileño capaz de detectar a un alemán. El conjunto germano ganaba en todas las batallas: la técnica, la táctica, la física y la anímica. Brasil era muñeco de trapo. La afrenta iba a más, sin remedio para un grupo de futbolistas en tanga, con las gentes llora que llora en las gradas. No era para menos, lo del campo era cruel, solo creíble de haber estado por el medio El Salvador o Corea del Norte, por citar algunos de los que se han llevado palizas más o menos similares. Por desgracia para los brasileños, no era ficción. Aquello parecía el España-Holanda, con un equipo desatado y otro aturdido en un rincón cualquiera.

Los goles alemanes caían como churros. Repitió Kroos y a la fiesta se sumó con todo merecimiento Khedira, un coloso, con una agilidad técnica que no se le conocía. Alemania estaba hechizada. Hubo tiempo para Klose, que a sus 36 años destronó al último rey brasileño. Con sus 16 goles superó a Ronaldo como el mejor goleador de los Mundiales. A Brasil se le vino la historia encima: el hilo con Ronaldo es Fred.

El abuso alemán obligaba a frotarse los ojos, cinco goles con los 10 primeros remates. Para Brasil, la peor pesadilla imaginable hubiera sido mucho más llevadera. Aún le quedaba el suplicio del segundo tiempo y hasta le toca jugar por un tercer o cuarto puesto. De no ser por tratarse del fútbol, sería un caso de sadismo. Mientras Brasil es una tormenta de lágrimas, Alemania y el mundo entero aún se pellizcan. Nada será igual. En el fútbol no hay rastro de un impacto semejante. No hay forma de medir semejante seísmo.

MUNDO DEPORTIVO Y LOS ELOGIOS AL DT LOW
José Luis Artús 08/07/2014 23:52
Las gestas en fútbol no suelen darse por casualidad. Aunque para ser justos hay que decir que nadie hubiera ni siquiera imaginado lo que hizo la selección alemana con la anfitriona del Mundial, lo cierto es que el conjunto de Joachim Löw (54 años) hace ya muchos años que desprende olor a equipo de los grandes. De esas formaciones que, como la España de Vicente del Bosque, puede arrasar a cualquiera el día que todo le sale redondo. Sucedió con la Roja en la final de la última Eurocopa ante Italia (4-0), en lo que fue la obra maestra final de un equipo de leyenda que ha vivido su ocaso precisamente en el Mundial de Brasil.
A la sombra de esa España iba creciendo la Alemania de Löw, un combinado que no estaba tan de moda como el español, pero que mostraba unas maneras similares y apuntaba alto. No conquistó la Eurocopa del 2008 porque se la ganó precisamente España en la finalísima de Viena (1-0 con gol de Torres) ni llegó tampoco a la final del 2010 porque ahí estaba otra vez España en semifinales (otro 1-0 con gol de Puyol). En 2012 fue una Italia también revolucionada en su fútbol la que se cruzó en su camino en semifinales (1-2).
Pero Alemania, como ha sucedido tradicionalmente, siempre estaba ahí, aunque en los últimos años con métodos perfeccionados por un estudioso y teórico del fútbol como es Joachim Löw. A rebufo del carismático Jurgen Klinsmann en el Mundial del 2006, en el que Alemania también cayó en semifinales de forma inesperada ante Italia, Löw se quedó solo al frente a partir de ese campeonato. Con paciencia y mucho trabajo de observación de las virtudes de otros equipos, especialmente de la citada España y también del Barça de Pep Guardiola, el técnico teutón ha construido una máquina precisa de fútbol, de esas que se denominaría ‘ingeniería alemana’.
Asfixiante en la presión, elegante en la asociación, veloz en la circulación y contundente en la definición, Alemania respresenta ese fútbol total de exquisito gusto con el que Löw siempre había soñado. Ante Brasil, esa filosofía alcanzó su máxima expresión hasta el momento, convirtiendo esta primera semifinal del Mundial en un partido legendario, histórico, del que se hablará durante décadas y décadas. Dio gusto ver a Lahm, a Khedira, a Schürrle, a Kroos, a Müller, a Klose… pero sobre todo al concepto de equipo en general.
La selección germana comenzó el campeonato dando muestras de ese enorme potencial ante Portugal (4-0) y lo perfeccionó contra Brasil (1-7). Que la ejecución de la obra de Löw se convierta en completa dependerá de que sea capaz de mantener este nivel en la final. Elementos para lograrlo tiene de sobra, como ya ha demostrado.

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