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Goles desde el mediocampo

Los volantes que aportan en la faceta ofensiva muestran un plus que los vuelve piezas valiosas en sus equipos

Lo obvio: hay que hacer goles. Con Lionel Messi o con el más anónimo de los atacantes, hay que hacer goles. Para salir campeón, para clasificarse a una copa internacional, para salvarse del descenso y para cualquier objetivo competitivo que se trace un equipo es fundamental hacer goles. Para aspirar al triunfo, asoma como una
verdad irrefutable, más allá de todas las variables que conforman un conjunto, que los goles son un elemento determinante. Por lo tanto, la pregunta no está de más, sobre todo en un fútbol que tiende a ser opaco y en el que los desarrollos ofensivos no son, salvo algunas excepciones, ni muy brillantes ni muy eficientes: ¿quiénes deben convertir goles? Y, ligada a esa, otra que indaga con más profundidad la cuestión: ¿quiénes pueden convertir goles?

No hay manera de saber a ciencia ciertas cuántas conquistas precisa un proyecto para alcanzar las metas. Por citar los ejemplos más recientes, Newell’s salió campeón con 40 tantos y Vélez lo logró con 31. Pero, más allá de la cantidad exacta, lo que interesa en este debate es descubrir cómo supone de antemano un técnico que podrá dar con ese número que necesita. Por lógica, la carga principal se posa en los hombros de los delanteros pero, también por lógica, es factible deducir que, si no se cuenta con un artillero de gran talla, no bastará con el aporte de los atacantes clásicos. ¿Entonces? Hacia la defensa y hacia el mediocampo se desplaza el interrogante. Por la distancia con el arco contrario, lo más frecuente es que los hombres de la última línea coqueteen con el gol exclusivamente en los balones detenidos. Por consecuencia, el papel de los volantes en el ataque es lo que interesa analizar para pensar qué tiene y qué le falta a este campeonato.

La hipótesis no esconde nada. Cortita y al pie: los mediocampistas que desarrollan la capacidad de llegar al gol se transforman en piezas vitales para sus equipos. Dos casos permiten detectar que al menos algo de cierto hay en la afirmación. Los punteros del Calcio y de la Premier League tienen en sus planteles a hombres con esa virtud. En Juventus, se destaca Arturo Vidal, con 6 goles -uno solo de penal- en apenas 15 fechas; y, en Arsenal, Aaron Ramsey suma 8 tantos también en 15 jornadas. Con bastante razón, se sostendrá que el líder del Torneo Inicial, San Lorenzo, no dispone de un futbolista con estas características porque Ignacio Piatti, su goleador, es casi un delantero o, como mínimo, un eslabón netamente creativo. Sin embargo, el dato no invalida la tesis porque, por supuesto, no es condición obligatoria para salir campeón contar con un volante que posea contundencia en el área de enfrente.

Dos nombres del plano local que argumentan la propuesta de valorar con especial énfasis a los que aportan en ataque sin que esa sea su función principal. Bruno Zuculini, un joven de 20 años con una evidente disposición a incorporar recursos a su repertorio de juego, anotó el viernes ante Godoy Cruz, llegó así a los 4 goles en el semestre -pueden ser 5 si le computa el primero que marcó Racing ante Gimnasia en la decimotercera fecha, que le adjudicó el árbitro aunque los ojos de la mayoría se lo atribuyeron a Gastón Campi- y se volvió el máximo artillero de la Academia. No hay casualidad en la cifra: en la primera mitad del año, el muchacho que probablemente continúe su carrera en el Manchester City ya había convertido 4 veces. Pablo Pérez no es un chico pero también sabe bien cómo alcanzar posiciones de riesgo apareciendo desde atrás. El hombre de Newell’s, al que todavía le falta disputar un encuentro, se ubica con 3 tantos y convirtió la misma cantidad en el semestre inicial de 2013.

Es mérito -individual y colectivo- y no azar. Aprender a hacer goles, como demuestran Zuculini, Pérez, Vidal y Ramsey, no es una mueca del destino sino que tiene que ver con el trabajo cotidiano y con la voluntad de desarrollarse técnica y conceptualmente. Se puede sobrevivir sin esta clase de jugadores pero tenerlos es una garantía para cualquiera e imitarlos sería una buena decisión para los que hoy se están formando en este oficio. Si no, si alguien todavía duda del aporte de estos tipos, puede consultarle a los holandeses cuántas sonrisas les arrancó Johan Neeskens, crack del mítico equipo naranja de los mundiales de 1974 y de 1978, llegando a la red por sorpresa. Evidentemente, de cara a un fútbol que debe revisar muchas cosas, no está mal encontrarse con goles desde el mediocampo.