Jorge Valdano escribió para el diario El País de España una columna bajo el título Con M de Mascherano que aqui compartimos con los lectores de golesdemedianoche.com
Argentina llegó a Brasil amenazando al mundo con nombres propios. Uno decía “Messi, Higuaín, Di María y Agüero” y la


gente salía corriendo entre gritos de pánico. Pero los recursos fueron cayendo, como Agüero o Di María, o palideciendo, como Messi, y el equipo cambió su línea de flotación. Abandonó la exhibición que prometían sus delanteros y se refugiaron en el sótano para asegurar la supervivencia. Partido a partido la defensa y los mediocampistas, que llegaron a Brasil siendo invisibles, asomaron tímidamente primero, ganándose el respeto después y finalmente alcanzando la dimensión de héroes. Se llaman Romero, Garay o Mascherano y el Mundial les hizo grandes. Un mes después de empezar el campeonato ya no sabemos cómo va a hacer Argentina para marcar un gol, pero Alemania llega a la final preguntándose cómo se le mete uno a Argentina.De Messi no se puede esperar una gran actuación sino una gran jugadaEl proceso de transformación también afectó al centro del campo, que empezó asociando a Mascherano con Maxi Rodríguez en un primer partido en el que Argentina se presentó con cinco defensas ante Bosnia. La propuesta duró 45 minutos. Maxi fue sustituido por Gago en el siguiente partido, que a su vez tampoco se ganó la titularidad porque Argentina no acababa de encontrarse.Por fortuna, cuando Sabella estaba en plena búsqueda, los rivales eran menores: Bosnia, Irán, Nigeria, incluso Suiza. Las lesiones y los méritos confirmaron a Mascherano, que se fue poniendo el equipo al hombro con la ayuda de Biglia, que sacó nota alta frente a Bélgica y Holanda, y de Enzo Pérez, un buen sustituto de Di María, pero que definió la tracción trasera hacia la que evolucionó el equipo. Higuaín se agrandó en la misma medida en la que se redujo Messi, y Lavezzi cumplió mejor como equilibrador que como desequilibrante. No me extraña. La energía que deja por generosidad, la paga con falta de frescura en los últimos metros. Sólo Di María puede, a la vez, correr como un mediocampista y amenazar como un delantero.Los jugadores de Argentina, durante la tanda de penaltis ante Holanda / ADRIAN DENNIS (AFP)La supervivencia requiere oficio, solidaridad, esfuerzo y también poco sentido del riesgo. Todo lo fue criando Argentina en un mes en el que fue retrasando su base de sustentación. Cuando el equipo dependía del talento atacante, la improvisación era responsable de muchos triunfos, pero si hablamos de una mejora del funcionamiento es hora de poner en valor a Sabella, un hombre tranquilo que supo intervenir con decisiones oportunas y que desde el partido frente a Suiza decidió tomar el volante con las dos manos. En un Mundial son muy importantes los momentos y Sabella acertó a interpretar las señales que le iban mandando los jugadores. Trabajó sobre realidades, no sobre ideales. No se puso a esperar la mejor versión de Messi sino que se adaptó a esta evidencia. Leo no lo desmintió frente a Holanda, de manera que tuvo la generosidad de comportarse como un soldado más de Mascherano antes que como un genial cuerpo extraño. Con esto quiero decir que las decisiones de Sabella nunca fueron contestadas por las actuaciones de los jugadores, que fueron perdiendo protagonismo durante el campeonato. A estas alturas ya sabemos que del momento de Messi no se puede esperar una gran actuación, sino una gran jugada. De modo que no es culpa de Sabella que el equipo haya tenido que achicar hacia atrás, alejándose del arco rival y de un juego más atractivo.La supervivencia requiere oficio, solidaridad, esfuerzo y también poco sentido del riesgoMascherano, que se convirtió en líder, es también una unidad de medida. La toca mucho y la tiene poco, que es una gran virtud. Pero el equipo no arriesga colectivamente en la posesión y el juego se hace burocrático porque en el siguiente eslabón no hay un Modric, un Cuadrado o un Di María para cambiar de ritmo, ni un James para regatear a su pareja (vimos muchos “mano a mano”, por no decir “hombre a hombre”, en este Mundial) y abrir un panorama mucho más despejado. O pelota segura o pelota larga. El precio de no ser sorprendido es no sorprender.Frente a Holanda vimos muy pocas ocasiones, pero la responsabilidad estuvo repartida entre los dos equipos. ¿Los espacios? No existían. ¿La pelota? En una caja fuerte. ¿Messi? Con De Jong. ¿El fútbol? Se había ido con Alemania a la otra semifinal… Más que buscar el peligro, los dos huyeron de él, como esos chicos de buena familia que tienen prohibido ir a ciertos barrios donde las cosas no son tan claras.Lo cierto es que Argentina se fue uniendo en el camino en lo espiritual, siempre con Mascherano como maestro de ceremonias hablando y sacudiendo el dedo como un profesor de escuela ante sus alumnos. En lo táctico, donde Mascherano es un eje que orienta a todos (yo juego a la derecha de Mascherano, yo a la izquierda, yo por detrás, yo delante…), y en lo técnico, ya que Mascherano es el que más la quita y también el que más la toca.Argentina demostró menos cosas que Alemania, pero siempre creció a la altura de las dificultades que encontró. Se midió con Bélgica y ganó. Con Holanda y también la superó. Llega Alemania. No seré yo quien subestime el oficio y la historia competitiva de Argentina. Espero que Mascherano y sus alrededores sostengan a Argentina, para que Messi llegue a tiempo de darnos otro campeonato.

En el mismo diario El PAIS, Diego Fernando Latorre, escribió:

EL FÙTBOL COMO UN TODO:

Fue el Mundial de la búsqueda incesante de la victoria, el fútbol como un todo, sin posiciones establecidas, cantidad de goles, partidos emotivos y muchos revertidos en
los últimos minutos. Sin defensas ni delanteros clásicos ni centrocampistas con una sola función, sobre todo en Alemania y Holanda. Sin delanteros que acamparan en el área ni defensas que se limitaran a defender. Es un retrato de los últimos años, un avance.

Mascherano fue el símbolo de la metamorfosis de Argentina, que llegó como el equipo de Messi y los cuatro de arriba, y se marchó del torneo como el conjunto de El Jefecito. Al principio, el equipo se desmembraba en dos y, poco a poco, se fue haciendo más homogéneo. El entrenador entendió lo que necesitaba a pesar de la victoria. Porque la victoria ciega y, a veces, también por superstición no queremos cambiar nada: como si las leyes divinas pesaran más que las leyes del juego. Pero mejoró Argentina con la entrada de Biglia al lado de Mascherano y en lugar de Gago; y con la presencia de Demichelis en puesto de Fernández. Empezó a dar más seguridad y a defenderse unos metros más atrás, a replegarse más, pero fue más difícil llegarle. La antítesis de lo que llegó proponiendo Argentina. Mascherano fue la voz de Argentina.

Del Bosque falló
en la negación a renovar el equipo en los momentos justos
Me gustó Robben por sus engaños, gambetas y jugadas de gol. Sin él, Holanda no tenía argumentos ni recursos para llegar. Robben mantuvo esa ilusión hasta el final. Me encantó Toni Kroos, por su inteligencia para hacer lo que convenía a Alemania en cualquier momento, me pareció genial. También Hummels, un grandísimo defensor: siempre va a la pelota, la quita con las dos piernas, apenas comete faltas, siempre bien posicionado, sale bien con el balón y es un buen cabeceador. En cuanto a James, ha demostrado mucha personalidad en una edad, 23, en la que los jugadores se están formando. Pidió la pelota en cualquier circunstancia y se cargó a Colombia a la espalda, viniendo como venía de un año en el que no fue considerado por Ranieri en el Mónaco.

En todo caso, si hubiese marcado Silva el 2-0, la historia habría cambiado
En lo negativo, la histeria de Brasil. El fútbol tiene un componente fundamental para tomar decisiones con inteligencia, la serenidad. Scolari debería haber tratado de poner las cosas en otro plano. El corazón y el orgullo está muy bien, pero sin calma, caminas sobre el precipicio.

Nadie sostiene un ciclo de éxito más allá de cinco años. Es antinatural. Eso le pasó a España, además de muchas pequeñas decisiones erróneas, como la apuesta de Diego Costa, que venía de un prototipo totalmente distinto, o la negación del seleccionador a renovar el equipo en los momentos justos. Algunos jugadores no estaban bien y no sé si por lealtad, Del Bosque les dio continuidad, en especial a Casillas, que venía de inactividad y de esa final de Champions contra el Atlético. En todo caso, si hubiese marcado Silva el 2-0, la historia habría cambiado. Después todo se derrumbó.